El hecho de que la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) haya suspendido a Rusia por cuatro años más no es suficiente. A juicio de Tobias Oelmaier, habría que golpear a los timadores allí donde más les duele.
Tobias Oelmaier
La AMA reaccionó con la mayor dureza posible, dijo su presidente, Craig Reedie, al dar a conocer la sanción de cuatro años de suspensión aplicada al deporte ruso. Cuatro años sin tomar parte en los Juego Olímpicos; cuatro años sin participar ni organizar otros grandes eventos deportivos. En principio, suena duro.
Basta pensar en los esfumados sueños de los atletas rusos, que se prepararon durante años para competir bajo el símbolo de los anillos olímpicos. O en la población, que se complace en recibir a los huéspedes de todo el mundo que acuden a los grandes campeonatos, ya sea como deportistas o como aficionados.
Moscú sospecha conspiración
En Moscú, la esfera política plantea inmediatamente la sospecha de que hay una conspiración internacional. Incluso se habla de «guerra”. Pero la AMA debe estar fuera de sospecha. «A Rusia se le dieron oportunidades de todo tipo para aclarar las cosas. Pero, en lugar de eso, optó por seguir engañando y negando”, constata Reedie, refiriéndose a los datos falsificados que se entregaron a la agencia antidopaje, dirigidos a encubrir el dopaje estatal. Incluso el nuevo jefe la agencia nacional rusa antidopaje, Jurij Ganus, admitió hace poco en una entrevista radial que no ve forma de objetar la argumentación de la AMA.
Si la esfera de la política deportiva rusa, dirigida por Moscú, hubiera admitido simplemente que hubo manipulación sistemática en torno a los Juegos Olímpicos de Sochi en el año 2014, todo se habría arreglado. Un par de palabras admonitorias, un par de suspensiones de funcionarios que cometieron faltas, y los atletas rusos habrían sido acogidos de nuevo con los brazos abiertos en el seno de la familia internacional del deporte.
Excepciones al castigo
Pero, tal como ocurrieron las cosas, la AMA tuvo que reaccionar. Solo que no lo hizo de modo suficientemente consecuente. Al igual que en años anteriores, algunos deportistas individuales podrán tomar parte en los Juegos Olímpicos si se someten a exámenes y no se les comprueba participación en el doping estatal. Eso es bueno para los afectados, que no tienen culpa de lo que hacen los funcionarios.
Pero la experiencia ha demostrado que, si bien los atletas compitieron con camisetas y un estandarte neutrales, en las tribunas se entonó testarudamente el himno nacional. En los medalleros no apareció Rusia, sino alguna otra sigla, pero todos sabían de qué se trataba. Y, naturalmente, los políticos rusos siguieron instrumentalizando los éxitos de sus deportistas.
¿Por qué no se excluye a Rusia de la Eurocopa?
Pero lo que es una verdadera burla es que Rusia pueda participar y ser coanfitriona de la Eurocopa 2020 y, además, sede de la final de la Champions League 2021, que tendrá lugar en San Petersburgo. La justificación es que se trata de «acontecimientos deportivos regionales”. Eso, por no mencionar carreras de Fórmula 1 o diversos campeonatos mundiales, por ejemplo de deportes de invierno.
En realidad se podría haber golpeado a los embaucadores donde les duele. Por ejemplo, dejándolos sin Eurocopa, sin poder participar u organizar partidos del fútbol europeo, sin copas mundiales, sin excepción alguna. Esa habría sido la sanción más dura posible. Y probablemente la única que habría surtido efecto. Lo de ahora solo es la prolongación de una actitud blanda del deporte mundial con respecto a Rusia.
FUENTE:DW
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