A pesar de hacer un despegue exitoso, los motores de la nave no se encendieron a tiempo para colocarse en la trayectoria correcta. Era un ensayo general crucial para el primer lanzamiento con astronautas a bordo en 2020
Boeing fracasó este viernes en el intento de enviar su cápsula Starliner hasta la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) sin astronautas a bordo. La misión era considerada como una prueba crucial previo al envío de tripulaciones de la Nasa a partir de 2020.
El despegue transcurrió con normalidad y, un cuarto de hora después del lanzamiento, la cápsula se separó sin problemas del cohete Atlas V en el que iba subida. Sin embargo, los motores de la cápsula no se encendieron según lo previsto por lo que no pudo situarse en la trayectoria correcta para dirigirse hacia la ISS, que vuela en la órbita terrestre a unos 400 km de altitud.
El fallo provocó que la cápsula consumiera demasiado carburante para intentar corregir su posición automáticamente, lo que implica que ya no puede cumplir su misión.
En consecuencia, la Nasa decidió traer de vuelta la nave a la Tierra. Starliner aterrizará en Nuevo México, en el oeste de Estados Unidos, en las próximas 48 horas, indicó un dirigente de Boeing durante una rueda de prensa en el centro espacial Kennedy.
La prueba también era clave para los intentos del gigante aeroespacial de revertir su mancillada reputación, empañada por los problemas de su avión 737 MAX, involucrado en dos accidentes fatales que dejaron casi 350 muertos en un lapso de pocos meses y generaron que pocos días atrás la empresa suspendiera la producción de nuevas aeronaves de ese modelo.
Pero además, en juego estaba una cuota de poder simbólico para los Estados Unidos. Desde que retiró el Space Shuttle, tras 30 años de servicio, el transporte de astronautas de Estados Unidos a la ISS es realizado por cohetes rusos Soyuz, una dependencia de la que Washington quiere librarse más allá de que la cooperación espacial entre los dos países se ha mantenido en excelentes términos a lo largo de los años.
El jefe de la Nasa, Jim Bridenstine, buscó resaltar otros aspectos del lanzamiento, destacando que, a pesar de “los desafíos evidentes”, todo había sido “muy positivo en general”. “El aparato está en buen estado y bajo control, la experiencia ha sido útil y ningún astronauta habría estado en peligro”, agregó.
Bridenstine tampoco descartó que la primera misión tripulada de Starliner, prevista para inicios de 2020, pudiera tener lugar pese a que la presente no hubiera sido exitosa.
La solución SpaceX
El fracaso llegó por una anomalía en el contador de “tiempo transcurrido” de la misión. Al tener una hora errónea, la cápsula no se impulsó con sus motores en el momento en que debía hacerlo, poco después de separarse del cohete.
Cuando las salas de control de Boeing y de la Nasa intentaron corregir ese problema manualmente, Starliner no podía recibir la señal porque se encontraba entre dos satélites de comunicación. Y tras retomar el control de la nave, los equipos de la compañía y de la agencia espacial estadounidense consideraron que no quedaba bastante combustible para seguir adelante e intentar acoplar la cápsula a la ISS.
Nicole Mann, una de las tres personas que deben participar en la primera misión tripulada de la Nasa, dio a entender que la misión se habría llevado a cabo si hubiera tenido astronautas a bordo. “Habríamos podido provocar ese empuje manualmente”, dijo.
Bajo la presidencia de Barack Obama, la agencia espacial estadounidense otorgó contratos de miles de millones de dólares a Boeing y SpaceX para que desarrollaran cápsulas espaciales fabricadas en Estados Unidos.
La cápsula de SpaceX ya superó la etapa que Boeing intentaba alcanzar con esta misión. La nave de la compañía de Elon Musk, bautizada Crew Dragon, despegó con un maniquí a bordo, se adosó a la ISS y volvió a la Tierra sin inconvenientes.
Es la ventaja de haber elegido dos socios distintos, dijo Bridenstine. Si un vehículo tiene un problema, el otro puede continuar dando servicio a la Nasa.
Estas cápsulas no son las mismas que se utilizarán en el programa Artemisa, que tiene previsto posar hombres y mujeres en la superficie lunar en 2024. Esos viajes se realizarán con otra cápsula, Orion, diseñada para viajes espaciales más profundos y cuya fabricación está a cargo de la empresa Lockheed Martin.
A diferencia de lo que ocurría antes, la Nasa ya no será propietaria de sus vehículos sino que pagará a compañías por el servicio de transporte, un cambio decidido durante el gobierno de Obama para reducir los costos de la agencia.
Las compañías deberán garantizar seis viajes de cuatro astronautas cada una, hasta 2024. A cambio, la Nasa pagará en total más de 8.000 millones de dólares.
Durante una rueda de prensa el jueves, Bridenstine aludió también a la crisis de confianza que atraviesa Boeing. “Las personas que desarrollan naves espaciales no son las mismas que desarrollan aviones”, dijo.
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