El dictador venezolano prioriza a las milicias por sobre sus uniformados. Sin embargo, mientras a los paramilitares los enviste de poder, las tropas cada vez poseen menos recursos. La preocupación por los vecinos y la ayuda externa
Por: Laureano Pérez Izquierdo
“Dinero, dinero y más dinero”. Un veterano militar respondió esto cuando fue consultado sobre lo que era necesario para afrontar un conflicto bélico. “Es lo único indispensable para que la maquinaria continúe en marcha». Sin recursos sería en vano cualquier aventura. Incluso cuando se crea que el espíritu o la mística pudieran ser suficientes para suplir el hambre o la falta de combustible. A esa voluntad sobrenatural es a la que apela Nicolás Maduro cuando se dirige a sus desmotivadas tropas.
Hoy, el estado de esas columnas uniformadas es “deplorable”, descripción en boca de un antiguo general que ya no forma parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). En contacto permanente con quienes alguna vez fueron sus subalternos, contó que el ánimo entre los soldados -sobre todo- es cada vez más pobre. “Como las raciones de comida”, agrega. Prefiere que su nombre permanezca anónimo: no vive en Venezuela, pero parte de su familia sí.
Maduro, el golpista de asambleas, conoce a la perfección este malestar en ascenso. Y no directamente de su ministro del Poder Popular para la Defensa Vladimir Padrino López. Tiene el oído ejercitado de sus asesores cubanos quienes infiltraron, hace tiempo, el ejército de Simón Bolívar. El generalísimo, entonces, parecería ya no ser quien fue. Si incluso lo obligaron a rendir tributo a Qassem Soleimani. El evento no sólo llamó la atención de sus subalternos, sino que los llenó de resentimiento. La cúpula nunca homenajeó a oficiales muertos por fuerzas irregulares.
Pero Maduro parecería tener otros planes. El poco dinero con el que hoy cuenta -necesario para que las fuerzas conjuntas estén en condiciones- lo destina a su nueva perla: las milicias. “Que nadie se atreva a meterse en Venezuela”, alertó el pasado miércoles cuando anunció que el régimen había alcanzado los 3.700.000 milicianos. “Queremos paz, pero que nadie se meta con nosotros”, reiteró una y otra vez. Su desesperación no encuentra techo. Asciende y asciende. Cree, como dijo, que la “oligarquía colombiana” podría “pisar suelo venezolano”.
Es en las milicias en quienes ahora confía el Palacio de Miraflores ante la evidencia de que cada vez más soldados deciden abandonar sus filas. Sus nuevos favoritos son formados militarmente, con uniformes y armas, pero con escasa instrucción, veteranos ideologizados y con poco por perder. Si hasta les otorgó el manejo y entrega de comida en las llamadas cajas de CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción) dependiente del Ministerio del Poder Popular de la Alimentación. Son ellas y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) las que las distribuyen, incluso a los miembros de la FANB.
Hoy, la jerarquía chavista considera indispensable a los milicianos. Es a ellos a quienes prioriza el “dinero, dinero y más dinero” por sobre oficiales y suboficiales. Los utiliza para afrontar las próximas elecciones y para una labor más específica y diaria: informar lo que hacen sus vecinos sospechados de díscolos. Espionaje. Un poder demasiado peligroso que podría utilizarse para resolver disputas casi domésticas.
Pese a todo todo, Maduro prefiere a ellos antes que a sus tradicionales uniformados. Para dejarlo en claro, ese mismo día el verborrágico gobernante anticipó que el próximo 15 y 16 de febrero realizarán ejercicios “militares” con ese cuerpo irregular. “Así como hemos defendido la frontera, ahora vamos a defender las ciudades. Maracay, Caracas, Valencia”, los envalentonó.
En la FANB no se encomienda ni para que lo defienda. Para esa tarea prefiere una guardia pretoriana importada: los cubanos. Le sientan bien, se fía de ellos y les regala recursos. También lo asisten rusos, pero en menor medida.
Vecinos
Sin embargo, desde hace algunas semanas, es en la frontera donde los ojos del dictador se posan. Un conflicto allí, con alguno de sus vecinos, sería devastador para el régimen. Lo sabe. “Las Fuerzas no están en condiciones para mantener un choque”, señaló otro general desencantado. “No podrían enfrentar a ningún país vecino”, añade.
En la actualidad -por la devastación del país y por las prioridades de Maduro- la FANB está en pésimas condiciones, tanto físicas como morales. Desde hace ya demasiados meses la alimentación en los regimientos -uno de los puntos que siempre se cuidó en detalle- es muy pobre en calidad.
En ciertos destacamentos las raciones diarias no completan las necesidades básicas de nutrientes y proteínas. Muchos comandantes, especialmente en el interior, usan las cajas de CLAP que les entregan ¡los milicianos! para intercambiarlas por otros productos. La humillación que sufren es doble. Es tal la desesperación en algunos casos que incluso, altos oficiales -dependiendo de la zona en que se encuentren destinados- roban animales en diferentes estancias para poder llevar a sus casas o a sus soldados.
La calidad de este delivery miliciano ha disminuido sensiblemente. Hoy está compuesta por arroz, aceite, lentejas, azúcar, sal, pasta y harina precocida. Hasta no hace demasiado, a eso se le sumaba: leche, atún, café, diferentes granos y pastas, bebidas azucaradas, jugos. Los tiempos cambiaron y ya sólo sirven para sobrevivir. Apenas.
¿Cómo haría Maduro para mantener alimentados a sus soldados en el frente si no logra hacerlo cuando están en sus barrancas? Sostener un convoy de abastecimiento de combustible, comida y armamento en zonas de conflicto suele ser una misión costosísima y difícil de implementar. Una ingeniería absoluta. Mucho más complicado cuando el dinero escasea. La economía chavista está raquítica y no podría perdurar ante una amenaza de guerra.
El dictador venezolano planteó la posibilidad de que el altercado sea contra la nación del presidente Iván Duque en algún punto de los 2.219 kilómetros del borde fronterizo. Sin embargo, olvidó un detalle fundamental. De producirse una chispa con Colombia, como acto reflejo el brasileño Jair Bolsonaro también evaluaría una inmediata movilización de sus tropas hacia el norte, al menos de forma preventiva. ¿Cómo repartiría sus fichas Maduro? ¿Durante cuánto tiempo podría solventar semejante logística?
No podrá valerse de sus aliados más poderosos -Rusia, China, Irán- para ese eslabón, fundamental para tal empresa. El costo absurdo de vidas humanas tan lejos de casa es un límite que pocos se atreverían a cruzar. Incluso aunque los negocios sean tentadores. Generales y coroneles de la FANB comparten esa evaluación y analizan un plan B en caso de que algún incidente se salga de curso. Su jefe mayor quedaría, finalmente, en soledad.
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