Por: IGNACIO MIÑAMBRES-GARCÍA
Hong Kong y Singapur son básicamente dos ciudades-estado, con las peculiares características que ello conlleva.
Además, ambas son importantes puertos estratégicos en las rutas comerciales del Pacífico, lo cual les permite convertirse fácilmente en centros de servicios e incluso financieros aprovechando su posición de entrepôt. Por ello, cuando hablamos del desarrollo de los dragones asiáticos, Taiwán es la única economía además de Corea del Sur que sirve como ejemplo de un país que sale del subdesarrollo.
Taiwán, a pesar de tener menos de la mitad de población y tamaño que Corea, realizó un similar recorrido de actualización industrial desde una economía empobrecida y agraria a una moderna estructura productiva especializada en sectores de alta tecnología. De hecho, existe una fuerte competitividad entre ambos que está desbordando el sector económico y se está dejando sentir en otros ámbitos, como el deportivo.
Sin embargo las similitudes en lo económico prácticamente terminan ahí. Mientras Corea del Sur adoptó un modelo de crecimiento inspirado en el Japonés, con grandes conglomerados industriales implicados en diversos sectores, en Taiwán se dio una estructura mucho más dispersa, con multitud de pequeñas y medianas empresas que medraban en un entorno de economía liberal.
Estas empresas pudieron innovar y desarrollar sectores con menos intervención dirigista de las autoridades, pero también con escaso acceso al poder y a la influencia política de los Chaebol coreanos o los Keiretsu japoneses. Sus causas hay que encontrarlas en la particular realidad política de la isla.
El Guomingdan
Cuando el Partido Nacionalista Chino (Guomingdan – KMT) está siendo derrotado en 1949 en la guerra civil por los comunistas de Mao, huye a Taiwán. Allí, su líder y presidente del gobierno en el exilio Chiang Kai-shek, establece una dictadura militar con el apoyo de entre uno y dos millones de militares y simpatizantes que le acompañan,sometiendo sin dificultades a seis millones de habitantes desarmados.
Establecido en Taiwán, Chiang Kai-shek decide asegurarse no repetir los errores que consideran llevaron a la victoria de los comunistas en China. Y pone en macha algo común a todos los casos de éxito desarrollista en Asia Oriental: siempre parten de la implantación de una reforma agraria.
La taiwanesa se realiza entre 1950-1953 y permite transferir la propiedad aún registrada a nombre de japoneses desde la época colonial a sus arrendadores locales, al tiempo que se distribuye toda ella en pequeñas parcelas.
De esta manera, el KMT se asegura la ausencia de una clase terrateniente que pueda erigirse como un contrapoder que no logre controlar, como le ocurrió en China, y que genere inestabilidad y descontento, alimentando veleidades revolucionarias entre la población.
Discreto mausoleo en honor a Chaing Kai-shek en el centro de Taipei.
División del trabajo
Gracias a las mejoras en productividad y rentas que genera la parcelación agraria, se incrementan exportaciones y se libera mano de obra para producir en la industria que el KMT establece a marchas forzadas, transfiriéndolas después a menudo a empresarios privados.
Mientras los miembros del KMT y sus simpatizantes venidos de China copan los puestos de poder y los cuadros públicos, se permitía a los isleños enriquecerse con negocios privados en un entorno de bajos impuestos.
Taiwán pronto comenzó a producir en sectores intensivos en mano de obra, particularmente el textil, y a orientar esas industrias a la exportación. En las zonas de procesamiento de exportaciones (EPZs) se instalan empresas de capital extranjero, muchas veces japonés, lo cual permite aprovechar transferencia tecnológica y crear áreas de crecimiento industrial.
En primera línea de la Guerra Fría
La industria se beneficiaría además de la situación geo-política de Taiwán. La ayuda japonesa financió la creación de algunas de las EPZs, y la industria taiwanesa contaba con un acceso privilegiado al mercado estadounidense.
Como forma de ayudar a sus aliados contra el comunismo, los EEUU no solo proporcionaban un mercado abierto a los productos taiwaneses, de hecho realizaban fuertes transferencias económicas. La ayuda económica y militar norteamericana superaba con facilidad el 10% del PIB taiwanés en los cincuenta, y la militar continuó hasta los años setenta.
Con gran parte del coste de mantener su ejército y parte de sus gastos públicos cubiertos por ayuda extranjera, el gobierno taiwanés pudo concentrar sus esfuerzos en continuar el avance productivo de su industria hacia sectores de mayor valor añadido. De textil a fibras sintéticas, de caucho a plásticos y química y, en los setenta, saltando a la industria pesada de maquinaria; los planes quinquenales del KMT delineaban los sectores a promocionar.
Las nuevas tecnologías
Con la llegada de la era de la electrónica, Taiwán supo ponerse al frente de las nuevas tecnologías emergentes. La idea de crear un Sillicon Valley taiwanés surge tan pronto como 1976, a cargo del Ministro de Ciencia y Tecnología Shu Shien-Siu.
El parque tecnológico de Hsinchu (HSP) se creó en 1980. En él se han dado exitosas iniciativas de colaboración público-privada, con considerable esfuerzo invertido por el Instituto de Investigación de Tecnología Industrial (ITRI). La investigación llevada a cabo con supervisión y financiación del ITRI, y comercializada por empresas en centros como el de Hsinchu, puso las bases para el éxito taiwanés en semiconductores.
Para ello, el país contaba con una importante ventaja en su capital humano. El especial énfasis que culturalmente ponen los taiwaneses en la educación les hace tener altos índices de graduados universitarios, mostrando además una especial tendencia hacia las ingenierías que comparte con países como China y Corea.
En el HSP nacieron empresas como ACER ó Realtek.
En el nuevo milenio
Taiwán se está beneficiando enormemente de su estrecha relación con China, con un pasado y cultura comunes. Más de un millón de taiwaneses viven y trabajan en la China continental, y algunas de sus mayores empresas a caballo entre la isla y el continente están detrás de la producción de gigantes como Apple.
Tensiones políticas aparte, al estrecharse los lazos económicos entre estos dos velocistas del desarrollo, se crean sinergias impresionantes. Cuando Taiwán y China firmaron un tratado de libre comercio en 2010 (el ECFA), el PIB taiwán es se disparó en un 10,5% ese año.
Esta cercanía también genera algunas debilidades. Por ejemplo, el capital chino y de taiwaneses enriquecidos en el continente está contribuyendo a inflar una burbuja inmobiliaria que ya empequeñece a las que explotaron en España, Irlanda ó EEUU en 2007. Cualquier cambio brusco en la economía China puede tener efectos imprevisibles sobre la isla.
Por otro lado, hay numerosos sectores en bienes de consumo donde los coreanos están derrotando a Taiwán, como en telefonía móvil o televisiones, además de disfrutar de un crecimiento más estable y equilibrado, mientras la desigualdad en Taiwán viene creciendo en los últimos años.
Acerca del autor: Ignacio es candidato a doctor en Economía Política Internacional por la Universidad Nacional de Cheng-Kung (Taiwán) y co-editor de communia.es.
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