“La Dama de la Lampara“, una profesional de la salud llamada Florence Nightingale.
Esta mujer fue una escritora y estadística británica que, además, se desempeñó como cuidadora, gestora y docente de heridos en la Guerra de Crimea, atendiendo a sus pacientes durante las noches valiéndose de una lámpara para alumbrarlos.
Cabe destacar que desde noviembre de 1855 se reconoció el trabajo de Florence a través de una retribución económica, en la que ella obtuvo 45 mil libras por su trabajo.
Al poco tiempo y con el apoyo de este dinero, Nightingale fundó la Escuela de Entrenamiento Nightingale, que con el paso de los años pasaría a formar parte del King’s College de Londres y cambiaría su nombre a Escuela Florence Nightingale de Enfermería y Partería.
Gracias al ejemplo de de Florence, personajes como Henry Dunant continuarían por el camino de la salud y fundarían grandes movimientos internacionales como la Cruz Roja, la cual desde 1863 se dedica a diversas labores humanitarias.
Los y las enfermeras son un apoyo fundamental para la recuperación de los pacientes y el desarrollo correcto de las labores clínicas, pues su participación junto a médicos y otros profesionales se encarga de velar por el bienestar de la salud.
En escenarios complicados, como lo suelen ser guerras o pandemias, las y los enfermeros logran crear un estrecho vínculo entre las personas enfermas o damnificadas y el resto de especialistas implicados en su mejoría, haciendo que surja una comunicación efectiva para todos.
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