A partir de la lectura que el novelista Martín Kohan hizo del libro ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?, de Alejandro Galliano, en la Feria de Editores 2020 ambos escritores protagonizarán un diálogo titulado ¿Qué fue de las ideas de izquierda? El Apocalipsis ya llegó, ¿y nosotros en babia?, que estuvo centrado en la crisis por la pandemia, “que en términos sociales intensifica tendencias previas como la digitalización de las actividades y la desalarización del trabajo”.
El libro de Galliano publicado por siglo XXI -y disparador de la charla- es un ensayo sobre la idea del fin de un proceso histórico, en el que recorre la historia de “los cuatro capitalismos” y presenta una serie de hipotéticos futuros, que van desde volver a una “animalidad” hasta el otro extremo: migrar nuestros cerebros a máquinas. Esas propuestas pueden sonar descabelladas pero le sirven al ensayista “para recordarnos que la humanidad no es el último capítulo de la historia”. El autor demuestra en su ensayo que el capitalismo enfrenta al resto de los humanos, quienes deberían de alguna forma despegarse de él.
Galliano (Tigre, 1978) es docente de Historia de los Sistemas Políticos en la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Coautor de Los dueños del futuro. Vida y obra, secretos y mentiras de los empresarios del siglo XXI, en tanto que Martín Kohan (Buenos Aires, 1967) es autor de una decena de novelas entre las que se cuentan Dos veces junio (2002) y Fuera de Lugar (2016), de tres libros de cuentos y siete de ensayos.
Tanto el novelista -lector en este caso- como el autor del libro repasan en esta entrevista sus miradas sobre posturas enfrentadas en un mundo pospandemia, sobre los nuevos controles sociales en el individuo y la desigualdad que genera la realidad sanitaria.
– ¿Cómo leen las posturas enfrentadas entre la idea de que luego de la pandemia exista la posibilidad de un “comunismo reinventado” y la de que el capitalismo volverá recargado?
– Martín Kohan: Lo que dijo Slavoj Zizek no es que “habrá un comunismo reinventado”. Lo que dijo es que “el coronavirus nos obligará a reinventar el comunismo basado en la confianza en las personas y en la ciencia”. Es decir que no formuló un vaticinio, ni mucho menos indicó algo del orden de lo ineluctable. Hizo algo distinto, o incluso contrario: planteó una necesidad, planteó un desafío. Yo estoy de acuerdo con esa necesidad y con ese desafío. Pero no aseguro (creo que tampoco lo hizo Zizek) que sea lo que va a ocurrir a partir de todo esto. En cuanto al capitalismo, a veces nos promete que va a humanizarse y otras veces nos amenaza con que se va a recargar. En cualquier caso, son dos facetas complementarias, ya sabemos que se combinan. Como no creo en el capitalismo humanizado, tiemblo cuando lo veo recargar.
– Alejandro Galliano: Me parece que son solo expresiones de deseo. O de pánico. Lo importante no es lo que “hace la pandemia”, que no es más que un virus imbécil paseando por nuestras mucosas (y que quizás nunca se vaya), sino cómo tripulamos nosotros esta situación, hacia dónde conducimos esta crisis. Una crisis que en términos sociales sólo intensifica tendencias previas: la digitalización creciente de las actividades, la desalarización del trabajo y los límites (sociales, naturales) del crecimiento económico. Si hay “capitalismo recargado”, lo será sobre esas tendencias, y si existe la posibilidad de construir un sistema más inclusivo y vivible (sea un “comunismo reinventado”, un “capitalismo embridado”, o lo que sea) será operando políticamente sobre esas tendencias, usándolas a favor, como el surfista usa la ola que de otra manera lo aplastaría.
– En los últimos años, y más durante esta situación sanitaria, los controles del Estado sobre los individuos se han acentuado ¿Cómo modifica esto las esferas íntima, privada y pública de la vida?
– A. G.: Los controles del Estado sobre los individuos se vienen acentuando desde hace al menos 600 años. Y desde hace 600 años eso despierta alarmas fatalistas. Es parte del proceso de modernización y no es necesariamente negativo. En el siglo XIII el Estado intervenía mucho menos en la vida de los individuos y no por eso había más libertad ni intimidad. Lo que hay que garantizar es el control democrático de ese Estado, o de la mayor parte de ese Estado, y eso es una tarea política. Pero si queremos que esa tarea política sea eficiente debemos encararla con razonamiento e información, no con pánico ni prejuicios: conocer cuáles son las tecnologías de control, qué se quiere controlar y también qué tipo de vida social e íntima queremos proteger, porque esas esferas de nuestra vida también van a cambiar con esta experiencia, como vienen cambiando hace siglos.
– M. K.: Diría que hay un problema previo, que es el Estado que se desentiende. Concretamente: se retira o se debilita en la esfera indispensable de los sistemas de salud pública. Dado que el problema principal de esta pandemia no radica en su letalidad, sino en su contagiosidad, es decir, en el peligro de que los sistemas sanitarios se desborden, en buena medida estamos enfrentando las consecuencias de que el Estado se haya ausentado o replegado, tanto en el sostenimiento de hospitales públicos como en las condiciones de trabajo del personal de la salud. Ante la pandemia, existe una responsabilidad estatal y considero que debe asumirla. En cuanto a atropellos e intromisiones indebidas, conviene estar alertas, sí. Como siempre.
– ¿Los niveles de desigualdad social se visualizan más, han crecido o por el contrario, la pandemia nivela a las personas?
– M. K.: Sería muy fácil señalar cómo están pasando la pandemia determinadas personas y cómo la están afrontando muchas otras, para poner en evidencia que no hay tal nivelación. Parece que hay quienes precisaron el coronavirus para enterarse de que hay gente que vive amontonada en lugares ínfimos, carentes hasta de lo indispensable. En procura de paliar (no digamos nivelar, sino al menos paliar) el estado de cosas, no se ha podido ni siquiera establecer el impuesto a las grandes riquezas (a esos pocos que tienen mucho) ante la gravedad de esta situación excepcional. De nivelar ni hablemos. No están dispuestos a ceder ni una vez, ni un poquito.
– A. G.: Económicamente, las grandes crisis “nivelan” porque destruyen riqueza y los ricos algo pierden. De hecho, hace unos días el economista Branko Milanovic demostró que la desigualdad global (que venía creciendo desde los ’80) se suavizó después de 2008 por efecto de la crisis. Pero el tema es que la crisis de 2008 también acentuó la precarización laboral y las políticas de austeridad.
Así que reducir la desigualdad por mera destrucción no es negocio si no podés sistematizar esa tendencia pasada la destrucción, que es lo que pasó después de la Segunda Guerra Mundial. Y eso es político: es buscar las instituciones, las organizaciones e incluso las identidades para construir igualdad social y política y desde ahí negociar recursos. Y requiere pensar qué instituciones, organizaciones, identidades y recursos te habilita la crisis, trabajar con lo que hay, sin nostalgias ni idealismos.
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