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Los medios de comunicación simpatizantes han afirmado repetidamente que la agenda fiscal del candidato presidencial demócrata Joe Biden sólo perjudicaría a los ricos. Pero un nuevo estudio muestra que la agenda impositiva y regulatoria de Biden podría dañar seriamente la economía en general.
Cuatro economistas de la Institución Hoover de la Universidad de Stanford analizaron las propuestas de Biden para aumentar los impuestos, restablecer y ampliar una serie de regulaciones, y crear nuevos subsidios para el cuidado de la salud y la energía renovable. El estudio concluye que estas intervenciones distorsionaría los incentivos laborales, disminuiría la productividad y mataría puestos de trabajo.
Como resultado, los expertos proyectan que la agenda de políticas, para el 2030, llevaría a 4,9 millones menos empleos y a una reducción de la economía de 2,6 billones de dólares. Así, también, el estudio proyecta que el consumo sería 1,5 billones de dólares más bajo en 2030 y las familias verían una caída de 6 500 dólares en el ingreso promedio de los hogares en comparación con un escenario neutral.
«El riesgo de las políticas de Joe Biden no es que hagan que la economía se tambalee de inmediato», concluyó el consejo editorial del Wall Street Journal en su análisis del estudio. «El problema es que tendrán un impacto corrosivo a largo plazo al aumentar el costo del capital, reducir el incentivo para trabajar e invertir, y reducir la productividad en toda la economía. Los estadounidenses pagarán el precio con un nivel de vida más bajo de lo que de otra forma lo harían, y que se merecen».
Es crucial entender no solo lo que la agenda de Biden, que es muy pesada para el gobierno, haría a la economía, sino por qué.
Las subidas de impuestos perjudican la economía porque reducen los incentivos para trabajar y producir.
«Gravar los beneficios es equivalente a gravar el éxito», escribió una vez el famoso economista de libre mercado Ludwig Von Mises. «La tributación progresiva de la renta y los beneficios significa que precisamente aquellas partes de la renta que la gente habría ahorrado e invertido son gravadas».
Biden ha prometido aumentar el impuesto a las sociedades al 28%. Un impuesto corporativo más alto significa menos dinero disponible para la inversión, expansión, y el nuevo contrato-«éxito fiscal», como Mises sabiamente lo denominó. Esto significa menos puestos de trabajo y salarios más bajos para los trabajadores, así como menos ofertas (especialmente de nuevos productos innovadores) y menor calidad para los consumidores.
Por eso, aunque el aumento de los impuestos de las empresas podría parecer algo que sólo perjudicaría a las «grandes empresas», en realidad, los costos se trasladarían a los consumidores y los trabajadores. Según la Tax Foundation, «los estudios parecen demostrar que la mano de obra lleva entre el 50 y el 100% de la carga del impuesto sobre la renta de las empresas, siendo el 70% o más el resultado más probable».
Considerando esto, no debería sorprender ver a los economistas proyectando consecuencias económicas negativas como resultado de las fuertes subidas de impuestos de Biden.
En lo que respecta a los reglamentos severos, crean una carga para la economía al imponer costos adicionales y sofocar la innovación. Cuantos más trámites burocráticos y aros tengan que atravesar las empresas y los empresarios y cumplirlos, menos probable será que descubran nuevas ideas y avancen. Así también, cuanto más regulada esté una industria, más difícil será para las empresas recién creadas enfrentarse a las grandes empresas establecidas que pueden sobrellevar mejor los costos de las regulaciones.
La reducción de la competencia significa menor innovación.
Sin embargo, la verdadera ventaja de este estudio de Stanford no es que se trate de un candidato, una política o un partido. Es otro recordatorio de que los mercados libres y la libertad económica impulsan la prosperidad, pero las intervenciones gubernamentales estrictas perjudican más de lo que ayudan.
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