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Con precio de base de USD 70.000 y una expectativa de hasta USD 250.000, se subastan una barra con forma de globo terráqueo y cinco butacas que el líder nazi instaló en el Aviso Grille. Aunque él era abstemio, lo usaron Hermann Goering, Joseph Goebbels y Rudolph Hess, entre otros genocidas
El lote 770 de Alexander Historical Auctions, una casa de subastas de Maryland, Estados Unidos, tiene un precio de salida de USD 75.000 y se espera que llegue hasta USD 250.000. “La barra y las butacas se han mantenido intactas en una casa y su retablo en el área rural de Maryland durante 70 años, conservadas por el hijo del comprador original que instaló el bar en el sótano de su casa, como una curiosidad», se describe el conjunto que se remata desde las 10 de la mañana del 29 de octubre.
La pieza central sería una extravagancia solamente por su diseño —un bar con forma de globo terráqueo, en cuyo interior cabe el barman—, pero la capa simbólica que le agrega el haber pertenecido a Adolf Hitlerprobablemente multiplica su valor de peculiaridad. Ubicado originalmente en el Aviso Grille, el yate del líder del Tercer Reich, se recuperó en 1951 cuando la nave fue desmontada en Nueva Jersey.
“El bar, adecuadamente, se asemeja al mundo que Hitler esperaba conquistar«, dice la publicación de Alexander Historical Auctions que presenta el diseño centrado en una barra de aluminio con un detalle en bronce: un pequeño fregadero y una canilla Art Deco. Con forma hemisférica de 1,65 metros de ancho y 83 de profundidad en sus puntos mayores, tiene una estructura de acero soldado que imita las líneas de latitud y longitud y permite a quien lo observe de cerca la impresión de estar mirando una representación de la Tierra. “Nada como un poquito de conquista mundial para marcar el tono de un happy hour”, ironizó el sitio Robb Report al cubrir la excéntrica subasta del bar del nazi número uno.
“Lo veo como evidencia criminal”, dijo a The New Yorker Bill Panagopulos, propietario de Alexander Historical Auctions. “Desde luego que me critican por esto. Comencé hace 30 años vendiendo cartas de Edgar Allan Poe, de Herman Melville, de Édouard Manet. Pero ya nadie sabe quiénes son, porque en las escuelas no enseñan más esas cosas. Ahora la gente, al menos la de menos de 40 años, sólo conoce lo que muestran en la televisión, y eso es, en lo que concierne a la historia, la Segunda Guerra Mundial”.
El estadounidense promedio desconoce a la sufragista Susan B. Anthony o a la fundadora de la Cruz Roja, Clara Barton, quien fue enfermera durante la Guerra de Secesión agregó mientras sacudía la cabeza con pesar o desprecio. “¿Pero Heinrich Himmler? Sí, a él lo conocen”.
Robb Report se preguntó quién compraría el bar con sus cinco banquetas —una completamente original, las otras cuatro con restauraciones—, que Hitler hizo instalar en su yate de 115 metros, al que llamaba “el cisne blanco del Báltico”. El globo terráqueo era para el gusto, o la impresión, de sus visitantes: el líder nazi no bebía alcohol. Pero allí lo visitaron su par fascista italiano, Benito Mussolini, y algunos de los principales cómplices de crímenes contra la humanidad que poblaron su gobierno: Hermann Goering, Joseph Goebbels y Rudolph Hess, entre otros.
El yate construido en 1934 se sumó al esfuerzo bélico nazi desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial: fue minador y patrulla en el Báltico y cuartel general de las fuerzas navales destacadas en la ocupación de Noruega. Desde su deck, el 1 de mayo de 1945, el Großadmiral Karl Dönitz anunció el suicidio de su Führerel día anterior.
Los británicos lo recibieron como parte de las compensaciones por la guerra, en 1945, y poco después se vendió a un comerciante canadiense quien a su vez lo vendió a un inversor libanés. Luego de un atentado de sobrevivientes de la Shoah que quisieron hundirlo, el propietario se cansó de buscar un comprador y se resignó a perder su dinero: lo llevó hasta un desarmadero de Nueva Jersey donde quedó reducido a partes.
Y allí, a un costado, quedó el bar. Que terminó por interesar a un hombre en Maryland, en cuya casa fue conservado durante siete décadas.
Ni Sotheby’s, ni Christie’s y ni siquiera eBay tocan la memorabilia nazi. En muchos lugares de Europa es ilegal. Pero Alexander Historical Auctions parece ignorar esos pruritos: subasta también un frac de Hitler (USD 30.000 de base, USD 80.000 como precio estimado), conjuntos de ropa interior y un set de peinado de Eva Brown, una cigarrera de Hermann Goering y hasta una Biblia ahuecada para esconder un ejemplar de Mein Kampf, de algún devoto del nacional socialismo que sobrevivió a la caída del reich.
Panagopulos contó a The New Yorker que buena parte de estos objetos nazis llegan al mercado de manos de descendientes de personas que combatieron en la Segunda Guerra Mundial. Así consiguió él los diarios de Mengele, que vendió al nieto de un sobreviviente del Holocausto y a una familia de judíos ortodoxos de Detroit. Otro encargado de subastas le confesó que cada vez que se topaba con material así lo compraba para destruirlo: “Shelly, eres un idiota. Esta es la única prueba que tenemos”, le dijo.
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