Tan antiguo es el festival religioso del 25 de diciembre que su origen se pierde en las profundidades del tiempo.
Durante todos los milenios y siglos precedentes a Jesús, todos los considerados salvadores y redentores del mundo supuestamente nacieron en diciembre. Por una cuestión vinculada a leyes espirituales y cósmicas, se creía, ningún Mensajero de Dios podía nacer en otra época que no fuera esa.
Los antiguos egipcios celebraban el 25 de diciembre el nacimiento de varias de sus divinidades más importantes, especialmente de Osiris, hijo de Geb y Nut. También festejaban a fines de diciembre el cumpleaños del dios Horus.
Sobre éste último, un autor de apellido De Septhenes consignó en un libro titulado Religión de los Antiguos Griegos: «Los egipcios fijaban en marzo el comienzo del embarazo de Isis, la Reina del Cielo y Virgen Madre del Salvador Horus, y a fines de diciembre celebraban el aniversario de su nacimiento».
En esta misma fecha festejaban en Grecia el nacimiento de Hércules, hijo de Zeus. Según los griegos, sus dioses Dionisio y Adonis también nacieron un 25 de diciembre.
En la India, muchos siglos antes de la aparición del cristianismo, cada 25 de diciembre celebraban el Parto de la Reina del Cielo. La gente adornaba sus casas con guirnaldas y flores y los parientes y amigos se intercambiaban regalos.
También con siglos de anterioridad a la era cristiana, los chinos celebraban los días 24 y 25 de diciembre el solsticio de invierno. En esos dos días de fiesta el comercio cerraba sus puertas, igual que los tribunales y los centros sociales.
Los persas celebraban igualmente espléndidas fiestas en honor de Mitra, cuyo nacimiento festejaban el 25 de diciembre. Éste dios, hijo de la virgen Anahíta, tiene mucho que ver con que hoy el mundo cristiano esté celebrando la Navidad.
Mitra fue traído a Roma en el año 62 DC por los legionarios que habían invadido Persia. Su culto se insertó tan fuertemente entre los latinos que durante tres siglos compitió cuerpo a cuerpo con otra popular corriente religiosa: el cristianismo.
Anualmente, cada 25 de diciembre, en todo el Imperio romano se celebraba el Natalis Solis Invictus (Natalicio del Sol Invencible). Es decir, la Navidad de Mitra.
Ese día no había trabajo ni comercio, en las calles reinaba una atmósfera carnavalesca, se suspendían las ejecuciones de presos, se diferían los combates si había guerra, se liberaba temporariamente a los esclavos, decoraban las casas con ramas de laurel, y los amigos y parientes se hacían regalos.
En Gran Bretaña e Irlanda, los druidas celebraban el 25 de diciembre con festejos que incluían enormes fogatas encendidas, de noche, en las cumbres de las colinas.
En México, la última semana de diciembre conmemoraban el nacimiento de Quetzalcoatl, cuya venida esperaban como muchos cristianos siguen esperando hoy que Jesús venga de nuevo.
En 1519, el emperador Moctezuma creyó que Hernán Cortés era ese dios al que esperaban desde hacía siglos y le abrió las puertas de su Imperio, con las consecuencias por todos conocidas.
El nacimiento de Jesús
Leyendo los Evangelios, salta a la vista que los evangelistas no sabían ni el año, ni el mes ni el día del nacimiento de Jesús.
Mateo dice que nació «en los días del rey Herodes», pero Lucas afirma que nació «cuando Cirenio era gobernador de Siria», es decir, diez años más tarde.
Por falta de apropiada documentación al respecto, los primeros teólogos cristianos no pudieron determinar la fecha exacta del nacimiento del Maestro. Así que la Navidad se celebraba a veces el 20 de mayo, a veces el 20 de abril.
Había que definir el tema. Para ello, la Iglesia convocó uno de sus famosos concilios.
Y fue realmente una táctica muy astuta la que tomó la Iglesia cuando en el año 354, bajo el papado de Liberio, tomó la fecha de nacimiento de Mitra para declarar el 25 de diciembre como aniversario del nacimiento de Jesucristo.
No se tuvo en cuenta que la fecha elegida contradecía las Escrituras. Según Lucas, cerca de la cueva donde nació Jesús «unos pastores cuidaban por turno sus rebaños durante la noche».
En esa región es invierno en diciembre, y los pastores no estaban de noche en la intemperie, de cara al cielo, cuidando ovejas bajo el intenso frío invernal de Palestina.
Como sea, lo que menos debería importar es la fecha de nacimiento de Jesús.
Lo que verdaderamente hace grande a éste Mensajero de Dios es el excelso mensaje moral y espiritual que le dejó al mundo.
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