Así fue el apoyo militar de Franco a Hitler

Soldados de la División Azul parten hacia Alemania en febrero de 1942 desde la Estación del Norte de Madrid. EFE/Hermes Pato

Un 13 de julio de 1941, varias ciudades españolas despidieron con honores, camino a la Segunda Guerra Mundial, a los protagonistas de «una de las gestas militares más importantes» de nuestra historia

El Consejo de Ministros aprobará el proyecto de la Ley de Memoria Democrática el próximo martes, en un contexto sociopolítico muy diferente al que dio una «apoteósica fiesta» de despedida en las estaciones ferroviarias a la División Azul en su marcha hacia el frente ruso justo 80 años antes, el 13 de julio de 1941.

Aquel día hubo un «fiestorro espectacular» en Madrid y en otras ciudades desde las que partían tropas, no solo con «una marabunta» en los andenes, sino también desde que salían de los cuarteles y por las calles repletas y engalanadas, según explica a Efe el escritor e historiador Carlos Caballero Jurado, quien calcula que siguen vivos apenas una quincena de los 46.500 divisionarios.

Tras la derrota bélica, el franquismo silenció a la División Azul, obviada incluso en los libros sobre la guerra, al menos hasta bien entrada la Guerra Fría, por lo que fue «una gran desconocida» durante mucho tiempo, dice a Efe el vicepresidente de la Fundación División Azul, Alfonso Ruiz de Castro.

Gran desconocida pese a haber supuesto «una de las gestas militares más importantes de toda la historia de España», como indica a Efe el presidente de la Fundación Francisco Franco, Juan Chicharro.

FIESTA DE DESPEDIDA

Si bien los adioses a soldados que van a la guerra suelen ser tristes, el ambiente festivo en julio de 1941, cuando partieron los primeros 18.000 expedicionarios, respondía a que en esa ocasión se trataba de voluntarios, expone Caballero, autor de «La División Azul», «La división española de Hitler» y «Españoles contra Stalin».

Además, recuerda, estaban alentados por «el millón de afiliados» que tenía Falange dos años después de acabar la guerra civil, quienes apoyaban que España se sumara por fin a combatir junto al Eje, aunque fuera de esa manera parcial.

Propiciaba también el ámbito festivo que fuera un contexto de posguerra del primer franquismo, con el entusiasmo social por mostrar en público la adhesión al régimen, en este caso a una iniciativa que habían pugnado por protagonizar las semanas anteriores Falange y el Ejército.

REGIMIENTO DE VOLUNTARIOS

Caballero sostiene que prácticamente todos los divisionarios eran «voluntarios ideologizados» anticomunistas, y que fueron muy escasos los que tenían otros propósitos, como hacer méritos ante las autoridades para limpiar su expediente o el de algún familiar, o los meramente aventureros o mercenarios.

Pudo haber más entre los que se alistaron, que fueron más de 100.000, seguramente unos 150.000, según sus cálculos, pero hubo «una enorme criba» con informes hasta de los párrocos para tratar de que no se colaran quienes tenían otros fines, aunque muchos hayan falseado su ideología juvenil, como asegura Caballero que hicieron el cineasta Luis García-Berlanga y el actor Luis Ciges.

Por entonces, la Alemania nazi ofertó a España decenas de miles de puestos de trabajo en sus fábricas y campos agrícolas, lejos del frente, pero tuvieron poca demanda en comparación con el alistamiento militar, por lo que tampoco el doble salario alemán y español para la División Azul pudo ser un motivo mayor que el del ideal antibolchevique, añade Caballero.

No opinan así, sin embargo, otros autores, como José Luis Rodríguez Jiménez, quien en su obra «De héroes e indeseables» sobre la División Azul expone que estaba mucho más nutrida por republicanos que trataban de eludir la cárcel; en especial en los reemplazos de 1942 y 1943 más que en la primera expedición de 1941, como también explica Xosé Manoel Núñez Seixas en «Camarada invierno».

También lo cree el historiador Xavier Moreno Juliá, quien en su libro «La División Azul» apuntaba al deseo de muchos divisionarios de no ser considerados desafectos por el régimen franquista, así como a la influencia de los motivos económicos, pues el sueldo triplicaba al de un obrero de la época.

GRAN DESCONOCIDA

«El primer culpable es Franco», afirma Ruiz acerca de que la División Azul haya sido «una gran desconocida», y opina que el dictador «como buen gallego, nadaba y guardaba la ropa», por lo que igual que autorizó el contingente de voluntarios en 1941 ante el avance alemán, lo replegó en 1943 ante el contraataque soviético.

Siempre con la intención de «apuntarse al carro de los vencedores», opina el vicepresidente de la Fundación División Azul, quien relata que Franco hizo «mutis por el foro» y silenció a los excombatientes, hasta que solo después de 1954, tras el regreso de los prisioneros en el buque Semíramis, propició su realce, para poder destacar su propia lucha contra el comunismo, ya en un contexto de realineamiento con Estados Unidos.

Coincide en que es una gran olvidada el presidente de la Fundación Franco, que expone que la División Azul «no tiene el peso en la historia que se merece»; e «incluso en el propio ejército español se la ningunea o no se habla de ella«, lamenta Chicharro.

Discrepa Caballero, pues entiende que es un episodio bélico de la historia española más conocido que otros, «por lo extraño y llamativo» que resultó, y porque muchas familias contaron con un divisionario o han tenido uno próximo.

Eso sí, coincide en el «borrado» que pretendió la dictadura al principio, como muestra que en una historia de la II Guerra Mundial escrita por generales españoles y publicada en 1949 con ocho volúmenes, dos de ellos dedicados al frente ruso, ni siquiera se mencione a la División Azul; o que apenas la cite Ramón Serrano Suñer, concuñado de Franco y ministro de Exteriores en 1941, en sus memorias de 1947 «Entre Hendaya y Gibraltar».

LAS HERMANDADES DE EXCOMBATIENTES

«Las hermandades no surgen en el 42 o el 43, cuando vuelven, sino a partir del 54. ¿Y qué hace Franco con las hermandades? Pues lo mismo, las descafeína», señala Ruiz, hijo de divisionario y representante de la fundación surgida en 1991, en el 50 aniversario.

A las hermandades, generalmente provinciales, de las cuales varias permanecen activas, solo podían asociarse los que fueron combatientes y sus familiares directos, mientras que la Fundación División Azul acoge también a simpatizantes.

Ruiz indica que de la hermandad madrileña siguen vivos hoy día cuatro excombatientes y cree que una veintena podrían estarlo aún en total, mientras que Caballero apunta que de la alicantina pervive uno y de la valenciana otros dos, y su cómputo es que en la actual pandemia de covid sobrevive una quincena a lo sumo, casi todos ya centenarios y no en plenas facultades.

Sobre las repatriaciones de restos de divisionarios desde cementerios de Rusia, Ruiz valora que el Ministerio de Defensa continúe sufragándolas, pero lamenta que lo haga «por la puerta de atrás», en actos sin publicidad y con aviso solo a familiares.

LA BATALLA DE KRASNI BOR

De entre los combates en los que participó la División Azul sobresale la batalla de Krasni Bor, una acción defensiva ocurrida el 10 de febrero de 1943 que impidió que los soviéticos rompieran el cerco a Leningrado (San Petersburgo), el cual se prolongó casi un año más.

«Fue una de las batallas más grandes que ha librado el ejército español, aunque el ejército español se haya olvidado de ellos; el nivel de heroísmo que allí se produjo está muy por encima de cualquier tipo de ideología«, afirma Chicharro.

Lo cree también Ruiz, e indica que esa defensa se estudia en academias militares de otros países, mientras que Caballero relata que el ejército soviético disparó 40.000 piezas de artillería esa mañana y murieron 1.200 españoles en pocas horas, casi una cuarta parte de los 5.000 «caídos» de la División Azul.

LEY DE MEMORIA DEMOCRÁTICA

El octogésimo aniversario coincidirá el martes con el envío a las Cortes del proyecto de ley con preceptos para atajar las expresiones públicas de exaltación del franquismo y disolver entidades que enaltezcan al dictador, como la Fundación Francisco Franco.

Incorporará las sugerencias hechas por el Consejo General del Poder Judicial al anteproyecto, incluido el requisito adicional del menosprecio o humillación a las víctimas, lo que a juicio de Chicharro ha sido «un varapalo» para el Gobierno.

No obstante, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, dijo esta semana que habrá una vía para conjugar su pretensión de impedir pronunciamientos a favor del franquismo, bajo el supuesto de que la apología supone «vilipendio» a las víctimas de la dictadura.

El presidente de la Fundación Francisco Franco asegura, en cambio, que no le afectará a su organización si la norma «dice que siempre que se haga con menosprecio o humillación de las víctimas», ya que, subraya: «Desde luego jamás hemos humillado ni menospreciado a ninguna de las víctimas, nunca jamás».

«Con esa coletilla que han tenido que incluir (la sugerencia del CGPJ), pues les diría que los muertos que matan gozan de buena salud; no van a poder ilegalizar (la fundación) mientras persista el estado de derecho en España», opina.

Cree que el Gobierno utiliza otra vez «el comodín Franco» para esconder sus dificultades, como hizo con la exhumación, e indica que su fundación «cultural, humanística y docente» tiene tomadas medidas para continuar su actividad aunque «esa ley totalitaria» supere el trámite parlamentario, sin desvelar si se refiere al traslado al exterior. 

Fuente: Fernando Labrador (EFE)

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