Los evangélicos y el segundo mandamiento: Una reflexión pastoral

Por: Joselo Mercado/ Coalición por el Evangelio

Tuve la oportunidad de visitar Italia y ver La última cena, obra de Leonardo da Vinci, y los frescos de la Capilla Sixtina, pintados por Miguel Ángel. Debo reconocer que ver esas obras de arte con mis propios ojos fue una experiencia única. Sin embargo, en ambas ocasiones me pregunté si estaba violando el segundo mandamiento, al observar representaciones artísticas de Dios:

No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás. Porque Yo, el SEÑOR tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan Mis mandamientos (Éx 20:4-6).

¿No es válido preguntarnos si ver cualquier representación de Jesucristo es una violación a este mandamiento? (Por ejemplo, en películas o series de televisión). Algunas personas podrían pensar que estoy exagerando, pero tomar en serio los mandamientos de Dios no es una exageración, sino un deseo de someterse al Señor en todas las áreas de nuestra vida.

Tomar decisiones a la ligera, sin evaluarlas a la luz de las Escrituras, es peligroso porque nos pueden llevar a pecar contra nuestro Dios santo.

El propósito del segundo mandamiento

El segundo mandamiento tiene el propósito de evitar la adoración falsa al Dios verdadero. El Dios invisible demanda permanecer no visible para que no se le rinda una adoración distorsionada (Dt 4:15-19). Una imagen de Dios hecha por manos humanas reduce Su gloria y conduce a una adoración que no le rinde el honor que Él merece. A la vez, la Biblia nos enseña que Dios se dio a conocer, se hizo visible en Jesús, quien es la imagen del Dios invisible (Col 1:15) y a Él debemos adorar (Heb 1:36).

Tomar en serio los mandamientos de Dios no es una exageración, sino un deseo de someterse al Señor en todos las áreas de nuestra vida

Por un lado, no debemos hacernos imágenes de Dios y, por otro lado, Dios mismo ha revelado Su imagen en Cristo. Entonces, a la luz de esta doble verdad, surge la pregunta: ¿es correcto hacer y ver representaciones artísticas sobre la segunda persona de la Trinidad encarnada? Reconozco que no estoy seguro sobre cuál es la respuesta. Así que, por el momento, decido no continuar viendo ninguna representación de Jesús hasta que tenga mayor claridad en el tema (cp. Ro 14:23).

Hay pocas cosas más importantes para un creyente que entender cuál es la forma correcta de adorar a Dios. Desde mi punto de vista, una representación artística de Jesús puede traer, al menos, dos problemas.

En primer lugar, corremos el riesgo de que, al momento de adorar a nuestro Dios, tengamos en mente la representación que vimos de Jesús, en lugar de la majestad de la gloria de Dios revelada en el evangelio de Cristo (2 Co 4:3-6). Es decir, que al adorar a Dios tengamos en mente al actor de una serie o película, antes que al Cristo revelado en la Palabra. De esa manera, es posible que una representación humana nos lleve a crearnos una idea equivocada de Dios, lo que tendría serios efectos en nuestra adoración.

El segundo problema es que este tipo de series y películas suelen tomarse licencias creativas para producir un efecto dramático y emotivo, añadiendo escenas y detalles que la Biblia no presenta. Estos énfasis también podrían distorsionar nuestro entendimiento de la revelación divina, afectando nuestra interpretación de la Palabra y de la historia de Jesús. Debemos tener cuidado de no abrazar las ideas extrabíblicas como si fueran una verdad revelada, por más emotivas que sean.

El principio regulativo en la adoración

Para enriquecer la reflexión, creo que es útil traer a colación el principio regulativo en la adoración. Este principio resaltado durante la Reforma protestante enseña que Dios determina, a través de Su Palabra, la forma en que desea ser adorado en el culto público de la iglesia. Es decir, no podemos practicar en la adoración corporativa nada que la Biblia no nos permita con claridad a través de mandamientos, ejemplos o principios derivados.

Aunque el principio regulativo se refiere al culto público de la iglesia, también es útil como parámetro para la adoración personal y la vida cristiana en general. Bajo este principio, muchos creyentes argumentan que hacer representaciones de Dios y de Jesucristo, tanto en artes plásticas (pinturas o escultura) como en las cinematográficas (películas o series) representa una violación al segundo mandamiento, lo que es un argumento valioso para considerar en nuestro tema de reflexión.

Una imagen de Dios hecha por manos humanas reduce Su gloria y conduce a una adoración que no le rinde el honor que Él merece

El principio regulativo, además, nos ayuda a evitar el pragmatismo. Se podría pensar que las representaciones de Jesús en los medios de comunicación pudieran ser buenas herramientas para iniciar conversaciones con no creyentes y, de esa manera, presentar el evangelio en un mundo cada vez más hostil a la Palabra de Dios. Sin embargo, el fin nunca justifica los medios. Por lo tanto, si llegáramos a la conclusión de que una representación de Cristo es una transgresión al segundo mandamiento de Dios, entonces ya no importaría el beneficio práctico que pudiéramos obtener. Someternos y ser fieles a la Palabra de Dios siempre será más importante que lograr grandes resultados ante nuestros ojos humanos.

Cuando se trata de compartir el mensaje de Jesús, necesitamos confiar en los métodos que Dios nos reveló y dejó en Su Palabra. Nunca debemos comprometer lo que la Biblia enseña para obtener los resultados que deseamos, porque terminaríamos por mermar la autoridad y suficiencia de las Escrituras.

Dios se revela a Sí mismo

Algo muy importante que debemos considerar es que, a lo largo de la historia de la redención, Dios es quien decide cuándo y cómo revelarse en forma física. Ya sea mostrando Sus espaldas a Moisés (Éx 33:21-23), la mano cuando escribió en la pared ante el rey de Babilonia (Dn 5:5), o en la encarnación de Cristo (Jn 1:14Fil 2:6-7). Es de Dios el darse a conocer y no del hombre. A la luz de esta realidad bíblica, considero que es importante que los cristianos seamos cuidadosos y prudentes en no querer revelar a Jesús más allá de lo que Dios nos ha dado en Su Palabra, incluso cuando se trata de representaciones físicas.

Someternos y ser fieles a la Palabra de Dios siempre será más importante que lograr grandes resultados ante nuestros ojos humanos

Los motivos principales por los que la mayoría de iglesias protestantes y evangélicas han removido todo tipo de imágenes de sus edificios son el hecho de que Dios se ha dado a conocer plenamente en Cristo y Su prohibición a Su pueblo de realizar cualquier imagen o semejanza de Él. La Iglesia católica romana, en cambio, se ha sentido más cómoda creando y mostrando imágenes de Jesús. Por ejemplo, la cruz católica tiene a una figura de Cristo, mientras que la protestante está vacía. Esto también tiene que ver con la doctrina católica de la eucaristía (Cena del Señor), según la cual Cristo todavía es sacrificado por nuestros pecados. Por el contrario, los protestantes y evangélicos entendemos, por la revelación de las Escrituras, que la obra de nuestro Redentor está completa y, por tanto, la cruz y la tumba están vacías (1 P 3:18Heb 7:26-2710:12-14).

Entonces, ¿es pecado ver una representación de Jesús en películas como La pasión de Cristo y series como The Chosen (por mencionar un par de ejemplos)? 

No creo que pueda dar una respuesta definitiva por ahora. Como para muchas otras decisiones, opino que esta es una cuestión de conciencia y libertad cristiana (Ro 14). Sin embargo, lo que sí sería pecado es hacerlo sin pensar bien en los peligros de esta forma de entretenimiento, y sin tener una conciencia informada por la Palabra de Dios (vv. 21-22). Así que, lo que he buscado en esta reflexión es ofrecer algunos principios bíblicos que sean valiosos para considerar en esta discusión tan importante, pues la adoración correcta a Dios no es algo que debamos tomar de forma liviana o a la ligera.

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