¿Debe la iglesia involucrarse en política? Para responder esta pregunta, es necesario clarificar primero qué es política y de qué iglesia estamos hablando.
Por : Sugel Michelén
La palabra “política” proviene del griego polis que significa “ciudad”. De manera que, en términos generales, política es todo aquello que tiene que ver con la vida de la ciudad y las responsabilidades de los ciudadanos que la componen. En ese sentido, es obvio que ningún ciudadano, sea cristiano o no, puede abstraerse del todo de la política, porque somos parte de una comunidad y debemos aprender a convivir en ella.
Pero en un sentido más restringido, la política es la ciencia del gobierno. O como bien ha dicho alguien: “Tiene que ver con el desarrollo e implementación de políticas específicas a través de un proceso de legislación”. Cuando las personas preguntan si la iglesia debe involucrarse en política, usualmente están usando el término en esa connotación más restringida.
Por otra parte, cuando hablamos de la iglesia no nos estamos refiriendo al cuerpo total de los creyentes en Cristo de todas las épocas y en todo lugar, lo que conocemos como la iglesia universal, sino más bien a las iglesias locales. La iglesia local es descrita en el Nuevo Testamento como “columna y baluarte de la verdad” (1 Ti 3:15, RV60), porque ha sido llamada a proclamar, defender y encarnar la verdad de Dios revelada en su Palabra.
Eso quiere decir que al congregarnos como iglesia cada semana no lo hacemos para hacer proclamas políticas, ni para hacer un análisis del desempeño de nuestros gobernantes, ni para impartir charlas socioeconómicas o dar consejos terapéuticos; sino para exponer, de la manera más fiel posible, lo que Dios nos dice en su Palabra, de manera que su perspectiva venga a ser la nuestra en todos los aspectos de la vida humana.
Es por eso que Pablo escribe a Timoteo diciéndole que debía presentarse a Dios aprobado, como un obrero que no tiene de qué avergonzarse, porque traza bien la Palabra de verdad (2 Ti 2:25; cp. 2 Ti 3:1-4).
La esencia de nuestra labor es instruir al pueblo de Dios con su Palabra para que, en todo, los creyentes puedan ver las cosas como Dios las ve
¿Qué debía hacer Timoteo al enfrentar una sociedad tan corrompida y con valores tan distorsionados? ¿Fundar un partido político para hacer la diferencia? No. Pablo le sigue diciendo que él debía persistir aferrado a las Escrituras (2 Ti 3:15). Timoteo, todo lo que tú necesitas para tu propia vida y la de aquellos a los cuales ministras, lo tienes aquí, en esa Palabra inspirada y todo suficiente. Por lo tanto: “En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por Su manifestación y por Su reino te encargo solemnemente: Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción (2 Ti 4:1-2 RV60). Esa es la esencia de nuestra labor: instruir al pueblo de Dios con su Palabra para que, en todo, los creyentes puedan ver las cosas como Dios las ve.
Los creyentes como ciudadanos
Ahora bien, esos creyentes que se congregan no pueden aislarse de su realidad cotidiana durante el resto de la semana, sino que deben vivir a la luz del evangelio, en medio de sus familias, en el desempeño de su trabajo y como ciudadanos responsables de una nación. Es de esa manera que el cristianismo ha impactado el mundo a través de los siglos, transformando al individuo y proveyendo una nueva forma de pensar, una nueva perspectiva de la vida que poco a poco comienza a permear la sociedad en la medida en que esos individuos transformados por el evangelio se involucran en el mundo.
Si cometemos el error de sustituir la predicación de la Palabra de Dios por proclamas políticas, no estaremos capacitando a los creyentes para pensar, actuar y reaccionar en una forma bíblica y, por lo tanto, no los estaremos equipando para que se desempeñen apropiadamente como ciudadanos de un país democrático. Esa es la ventaja de vivir en una democracia.
Nosotros podemos votar y participar en debates públicos; hacer uso de los medios de comunicación, dar a conocer nuestras preocupaciones y opiniones a los legisladores y representantes; todo lo que sea necesario y legítimo para promover una legislación que sea más acorde con el carácter de Dios revelado en su Palabra.
El cristiano y la política
Algunos individuos son llamados por Dios a participar más activamente en la política, en su aspecto más restringido, por más difícil que sea ese mundo. Seguramente no fue fácil para José ni para Daniel estar envueltos activamente en gobiernos paganos, pero por la gracia de Dios ambos pudieron mantener su integridad y dar testimonio de su fe en medio de mucha oscuridad y corrupción.
Si Dios te ha llamado y capacitado para servirle a Él sirviendo en el gobierno o en algún cargo político, hazlo para Su gloria y guardándote de idolatrar la política y el poder (Sal 143:3-7). No es el poder político lo que va a transformar el mundo en un reino de paz y justicia, sino el Señor Jesucristo en su venida. Pero esa realidad no debe paralizarnos y encerrarnos en nuestro pequeño mundo evangélico. Esto lamentablemente ocurre muy a menudo en algunos grupos cristianos debido a un futurismo malsano que no toma en cuenta nuestras responsabilidades presentes como sal y luz del mundo.
Si Dios te ha llamado y capacitado para servirle a Él sirviendo en el gobierno o en algún cargo político, hazlo para Su gloria y guardándote de idolatrar la política
Del rey David se dice en Hechos 13:36 que él sirvió a su propia generación por la voluntad de Dios. Haciendo lo que Dios quería que él hiciera, su generación se benefició de su desempeño como rey. Nuestro Dios no se detuvo a mirar desde lejos la miseria humana, sino que se involucró en la persona de Cristo y habitó entre nosotros (Jn 1:14). Es obvio que Él quiere que los suyos hagan lo mismo, porque así lo enseñó en la parábola del buen samaritano.
Así que no tenemos que escoger entre la proclamación del evangelio y nuestro involucramiento activo en el mundo, porque una cosa se desprende de la otra. Al predicar el evangelio, los hombres son transformados, y la transformación de los individuos trae como resultado ciudadanos responsables que en ocasiones llegan a transformar toda una nación.
Pero cada cosa en su justo lugar. La iglesia como iglesia está llamada a proclamar el evangelio de salvación a los perdidos y a predicar la Palabra de Dios con tal fidelidad que los creyentes continuemos siendo transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento (Ro 12:2). En la medida en que esos creyentes abracen una cosmovisión bíblica, debido en gran parte a la fortaleza de los púlpitos en las iglesias, en esa misma medida serán padres responsables, trabajadores responsables y ciudadanos responsables que van a contribuir con decisión y convicción a los cambios que nuestra sociedad necesita con tanta urgencia.
Si algunos son llamado por Dios a involucrarse activamente en la política, en vez de servirse del cargo, deben servir a su generación desde la posición en la que han sido colocados, no siguiendo necesariamente los lineamientos de su partido, sino de acuerdo a la voluntad de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.
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