Es una política de carrera fría, calculadora y mezquina. Su historial lo demuestra claramente.
Por: Allie Beth Stuckey/CP
Como fiscal de distrito de San Francisco, Harris se negó a solicitar la pena de muerte para el hombre que asesinó brutalmente al oficial de policía Isaac Espinoza. Espinoza dejó atrás a su hija de tres años y a su amada esposa, Renata, quien afirmó que Harris nunca la contactó para ofrecerle sus condolencias. En cambio, solo tres días después del asesinato de Espinoza, celebró una conferencia de prensa en la que se aseguró de informar a la prensa: la pena de muerte no estaba sobre la mesa.
Como Fiscal General de California, Harris ordenó a las fuerzas del orden que allanaran la casa de un joven periodista provida, David Daleidon. El trabajo encubierto de Daleidon había revelado que los ejecutivos de Planned Parenthood estaban vendiendo ilegalmente partes del cuerpo de bebés abortados para obtener ganancias. En lugar de investigar a sus donantes en Planned Parenthood, Harris trató de silenciar a Daleidon por descubrir hechos horribles.
Harris tiene un historial de controlar la libertad de expresión de los provida. Mientras fue Fiscal General de la nación, presionó fuertemente para la aprobación de la Ley Reproductiva conocida como FACT, que pretendía exigir que los centros de embarazo anunciaran prominentemente los abortos. La Corte Suprema revocó esta ley en 2018, considerándola correctamente una violación de la Primera Enmienda.
El informe no partidista de GovTrack calificó a la senadora Kamala Harris como la congresista más izquierdista, incluso más izquierdista que el autoproclamado socialista senador Bernie Sanders. Harris continuó con su furia proaborto -e incluso pro-infanticidio- mientras servía en el Senado, votando en contra de la Ley de Protección de los Sobrevivientes de Infantes Nacidos Vivos, que simplemente exigía que los bebés que sobrevivieran al aborto recibieran atención médica. El proyecto de ley no restringía el aborto en absoluto. Aun así, la senadora Harris votó «no».
No hay otra forma de decirlo: Kamala Harris es mala. Y como cualquier chica mala, le gusta llamar “raros” a quienes no le gustan. Ese es el apodo que le pone a Trump y Vance, padres queridos que, a diferencia de Harris, han pasado años construyendo cosas más grandes y mejores que carreras políticas. Trump es un empresario exitoso y un abuelo adorado. Vance es un veterano, emprendedor, autor aclamado y hombre de familia cuya historia ejemplifica el sueño americano. Kamala Harris es una matona vengativa y ávida de poder que llama “raros” a los normales.
¿Qué es peor que un tipo “raro”? Una chica mala. Kamala Harris ha demostrado, una y otra vez en su carrera, que pisoteará a los débiles y vulnerables para conseguir lo que quiere. Eso te incluye a ti. Porque, al fin y al cabo, Kamala te ve a ti (provida, cristiano, patriota, padre trabajador) como alguien raro. Y, más que eso, te ve como una amenaza. Y hemos visto lo que hace con aquellos a quienes percibe como una amenaza.
Kamala Harris, la chica mala e insensible, es el último tipo de persona que queremos como presidente.
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