Procura que la doctrina de la salvación moldee tu evangelismo

Muchos cristianos piensan que la práctica misionera y la reflexión teológica van por caminos separados, que nunca se mezclan ni se tocan. Esta manera de pensar se hace evidente cuando queremos realizar un esfuerzo para alcanzar a los perdidos, ya que el enfoque suele estar en las cuestiones prácticas, sin prestar demasiada atención a las cuestiones doctrinales. Sin embargo, la teología y la doctrina tienen muchas implicaciones para el ministerio cristiano. Tener una base teológica sólida será de suma importancia en el campo misionero y para los esfuerzos de evangelismo en nuestro barrio o ciudad.

La soberanía de Dios en la salvación

Entender que Dios está llamando a los pecadores a través de la predicación de la iglesia es la base sólida que sostiene nuestra tarea

 

Muchos creen que la reflexión teológica entorpece o disminuye el celo evangelístico, pero en realidad es todo lo contrario. La manera en que entendemos cómo las personas llegan a ser salvas —la soteriología— tiene un fuerte impacto en nuestra tarea de llevar el evangelio a los perdidos. Para demostrar esto, quiero enfocarme en un aspecto puntual de la salvación: el llamado de Dios a los perdidos.

Mira lo que dice una porción de la Palabra de Dios que a menudo se la conoce como «el orden de la salvación». Aquí podemos hallar muchas verdades sobre la dinámica de la salvación:

Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, a esos también llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó (Ro 8:29-30).

Aunque estos versículos tienen mucho en lo que se puede profundizar, como mínimo nos permiten entender que la salvación es una obra soberana de Dios, de principio a fin. Esto incluye un llamado divino, por lo que Dios es el único que puede llevar pecadores a la salvación. Así también lo declaran las confesiones de fe históricas, como la de Londres de 1689 en su apartado sobre el llamamiento eficaz:

A aquellos a quienes Dios ha predestinado para vida (Ro 8:29-30), tiene a bien en Su tiempo señalado y aceptable (Jn 3:8Ef 1:11), llamar eficazmente por Su Palabra y Espíritu (Mt 22:141 Co 1:23-242 Ts 2:14Jn 3:3-8), sacándolos del estado de pecado y muerte en que están por naturaleza y llevándolos a la gracia y la salvación por Jesucristo (Ro 8:21 Co 1:9Ef 2:1-62 Ti 1:9-10)… (Confesión de Fe de Londres de 1689, 10:1).

A la luz de esta verdad bíblica, debemos desarrollar prácticas ministeriales que reconozcan la soberanía absoluta de Dios en llamar a pecadores a la salvación. Por eso quiero compartir tres implicaciones prácticas de esta doctrina, que pueden ser de gran ayuda a la hora de compartir el evangelio.

1. Debemos proclamar el evangelio

El llamado soberano de Dios no anula nuestra responsabilidad, encomendada por Jesús, de predicar el evangelio (Mt 28:18-20). De hecho, entender que Dios mismo está llamando a los pecadores a través de la predicación de la iglesia es la base sólida sobre la que se sostiene nuestra tarea (1 Co 1:21-24). La historia de William Carey es muy significativa en este aspecto. En su época había una creencia de que la gran comisión solo era para los discípulos en tiempos de Jesús, los receptores originales del mandato, y que esta encomienda ya no seguía vigente.

Cuando hay una comprensión correcta de la doctrina bíblica de la salvación, habrá una obediencia fiel al mandato de Dios

 

Detrás de esta idea errada de los hipercalvinistas había una creencia teológica de que no debemos hacer un llamado evangélico general. Existía una visión distorsionada de la hermosa y bíblica doctrina de la elección. Esta distorsión enseñaba que, debido a que no sabemos quiénes son los elegidos de Dios, no podemos compartir el evangelio con todos. Que debemos esperar hasta que el Espíritu los atraiga y entonces recién podremos compartirles el evangelio. Sin embargo, hombres como William Carey y Andrew Fuller recuperaron el mandato bíblico de llamar a las personas al evangelio, no como algo enfrentado a la soberanía divina, sino como una práctica que fluye de ella (cp. Hch 18:9-10). La comprensión correcta de la doctrina de la elección de Dios significó la recuperación de la oferta gratuita del evangelio. Sabemos que solo aquellos a quienes Dios llama eficazmente responderán para salvación, pero eso no significa que no hagamos un llamado general al evangelio. El caso histórico de Carey es un buen ejemplo de cómo la reflexión teológica puede impactar la acción misionera y evangelística en gran manera. Cuando hay una comprensión correcta de la doctrina bíblica de la salvación, habrá una obediencia fiel al mandato de Dios.

2. Debemos ser fieles al mensaje bíblico

Debido a nuestra doctrina de la salvación, confiamos en que Dios llamará a Sus elegidos a través de la predicación del evangelio. Nuestra responsabilidad es presentar el evangelio con fidelidad. Por lo tanto, no debemos suavizar el mensaje. Esto significa hablar del pecado y llamar a las personas a reconocer su condición, arrepentirse y poner su fe en Jesús. No podemos dejar partes del evangelio fuera de nuestra predicación y esperar que el resultado sea una respuesta de fe verdadera. Sin una base teológica sólida sobre la salvación, podemos dejarnos arrastrar por el deseo de conseguir resultados a cualquier costo. Por ejemplo, en la actualidad se pone mucho énfasis en la idea de «contextualizar el evangelio» de acuerdo a la cultura. Por ejemplo, se propone que algunas culturas operan con una comprensión del honor y la vergüenza, mientras que otras operan a partir de la culpa y la inocencia.

El objetivo de la contextualización no es hacer que el evangelio sea más fácil de aceptar, sino sencillo de entender

 

Según estas categorías, en una cultura de honor y vergüenza, lo mejor que te puede suceder es que te honren y lo peor es que te avergüencen. Mientras que en las culturas de culpa e inocencia, lo mejor que te puede suceder es ser inocente y lo peor es ser culpable. Guiados por estas categorías, muchos proponen que en ciertas culturas no se debe hablar de culpa en la predicación del evangelio, para evitar ofender. Entonces se termina por suavizar y modificar el mensaje del evangelio. Este tipo de contextualización desmedida se vuelve un problema, pues nos lleva a agregar o quitar al evangelio. Debemos recordar que el objetivo de la contextualización no es hacer que el evangelio sea más fácil de aceptar, sino sencillo de entender. Tener una comprensión clara de la doctrina de la salvación nos protege de contextualizar demasiado o de una manera incorrecta. Entonces, debemos llamar a los incrédulos al arrepentimiento y la fe, incluso en culturas donde esto puede resultar ofensivo, porque esa es la verdad de las Escrituras.

3. Debemos tener cuidado con los métodos evangelísticos mecánicos o “mágicos”

Muchas veces se ofrece la salvación con un énfasis equivocado: «Haz esto (una oración, un rito o una acción) y serás salvo», como si la salvación se lograse gracias a un método mecánico o «mágico». ¿Se puede guiar a un nuevo converso a través de la «oración del pecador» para que exprese una fe verdadera? ¡Por supuesto! Pero manipular a alguien para que levante la mano y repita una oración que no refleja un corazón transformado no es la evangelización que honra a Dios, porque contradice la enseñanza bíblica. Dentro de los métodos misioneros actuales, hay algunos que priorizan el pragmatismo sobre cualquier otro parámetro. Estos métodos son valorados porque los números parecen demostrar su éxito. ¿Y quién quiere criticar un método que «funciona»?

Debemos estar seguros de que cualquier método evangelístico y misionero que usamos es fiel a las Escrituras, exalta la soberanía de Dios y no contradice nuestro mensaje

 

Sin embargo, la Biblia no solo nos dice que debemos proclamar el evangelio a todas las naciones, sino que nos dice cómo hacerlo, así que no tenemos libertad para añadir o quitar cosas. Es más, muchas veces los métodos puramente pragmáticos parecen ser fructíferos, pero en realidad suelen dar resultados superficiales que son menos que cristianos. Debido a lo que creemos acerca de la soteriología, debemos estar seguros de que cualquier método evangelístico y misionero que usamos es fiel a las Escrituras, exalta la soberanía de Dios y no contradice nuestro mensaje.

La doctrina alimenta el celo misionero

La doctrina correctamente entendida y aplicada no es fría ni irrelevante. Reflexionar sobre la doctrina de la salvación no entorpece nuestro celo misionero, sino que lo alimenta y lo fortalece. Con una sana doctrina en la mano podemos llevar el evangelio a nuestro prójimo y hasta los confines de la tierra, confiando en que nuestro Dios soberano puede y quiere llevar a Su pueblo «a la gracia y la salvación por Jesucristo» (CFL 1689, 10:1).

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