
Por: Andrés Ramírez P
Cada cuatro años la historia es más o menos la misma: los hispanos en EE.UU. van a ser claves en las elecciones presidenciales del país. Y si bien su peso se ha sentido en las últimas contiendas por la Casa Blanca, en este 2020 el vaticinio parece más cierto que nunca. Es bien probable, de hecho que sea el voto de esta comunidad el que termine definiendo quién se queda con las llaves de la Oficina Oval.
En EE. UU., según las cifras del Censo y las actualizaciones que hace el Pew Research Center, hay 60 millones de hispanos, lo que los convierte en la minoría más grande del país y equivalente al 18 por ciento de la población.
De acuerdo con un estudio reciente del Pew Center, en estas elecciones del 2020 los hispanos representan el 13.3 por ciento del universo total de personas elegibles para votar. El doble si se compara con las cifras del año 2000, cuando solo representaban el 7 por ciento, y la primera vez en la historia que se constituyen como la minoría más grande con posibilidad de sufragar y tanto democratas como republicanos lo saben, por eso han destinado gran parte de su discurso a seducir el voto latino.

Foto: AFP
A continuación la visión de ambos candidaos sobre latinoamérica:
Joe Biden
Al igual que la administración Trump y más de cincuenta países, Biden reconoce a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela, no a Nicolás Maduro. Sin embargo, el exvicepresidente se ha mostrado interesado en encontrar un balance entre la política de presión del actual gobierno, que se plasma en la imposición de sanciones, y el empoderamiento de los venezolanos.
Respecto a Cuba, cabe señalar que fue la administración Obama la que puso en marcha una reapertura diplomática y económica con respecto a la isla. Ya ha expresado que, en caso de alzarse con la victoria en los comicios de noviembre, retomaría esta política, a la que puso fin el presidente Trump en 2017.
En cuanto a la cuestión migratoria, Biden se ha comprometido a poner fin a los recientes acuerdos alcanzados por la Casa Blanca con Honduras, Guatemala, El Salvador y México, como el Protocolo de Protección de Inmigrantes, por considerar que su objetivo es cerrar las puertas a aquellos hispanos que buscan una nueva vida en Estados Unidos.
Donald Trump
La administración Trump ha defendido la necesidad de mantener la estabilidad en la región y se ha esforzado por evitar la influencia de países como China, Rusia e Irán en el hemisferio occidental.
En el centro de la política de Donald Trump para Sudamérica se encuentra Venezuela. La Casa Blanca no acepta la legitimidad de Nicolás Maduro y lideró un movimiento, al que se unieron más de cincuenta naciones, para reconocer a Juan Guaidó como líder del país petrolero. En los últimos meses, la estrategia de presión estadounidense se ha basado en sancionar a funcionarios y empresas estatales; además, ha ofrecido 15 millones de dólares por información que lleve a la captura del propio Maduro, a quien acusa de liderar el Cártel de Soles.
En estos momentos, la opción de una intervención militar no parece realista, pero hace un año, coincidiendo con el reconocimiento de Maduro, Washington insistía en que todas las opciones estaban sobre la mesa. En cualquier caso, el Pentágono siempre descartó actuar sin el apoyo de los principales aliados en la región, Colombia y Brasil, que nunca mostraron interés públicamente en tomar parte en semejante operación.
Trump también ha liderado una vuelta al status quo que marcaba la relación entre Estados Unidos y Cuba, antes de la presidencia de Barack Obama, quien adoptó una serie de medidas para normalizar la situación, entre ellas la reanudación de los vuelos comerciales entre ambos países.
Por último, por cuestiones migratorias, el gobierno de Trump ha mostrado un especial interés en su relación con México y los países del llamado Triángulo Norte: Nicaragua, Honduras y El Salvador. Con todos estos países ha alcanzado acuerdos bilaterales que han permitido a Washington reducir la llegada y la presencia de migrantes irregulares. Algunos de estos acuerdos enfrentaron dificultades en los países latinoamericanos y un posible cambio de presidencia podría poner fin a su vigencia.
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