
Por: Adriana Campos U y Andrés Ramírez P
Introducción (Andrés Ramírez Prado)
Hace 18 años fue asesinado el director del programa radiofónico La Patada, Parmenio Medina. El crimen se remonta al 7 de julio del 2001, cuando tres balazos acabaron con Medina en el momento en que llegaba a su casa, en San Miguel de Santo Domingo (Heredia), tras grabar –en San Juan de Tibás– su programa de denuncia “La Patada”.
No podemos obviar que desde que desapareció este programa de sátira humorística y denuncia de la corrupción que se transmitía por Radio Monumental, quedó un vacío que no se ha llenado dentro del ámbito periodístico nacional .
Hoy día la opinión pública lo aclama como si de una leyenda se tratara.
Una gran lección (Adriana Campos Ureña)
Todas las fuerzas políticas, religiosas y empresariales nunca deberían olvidar la lección que dejó Parmenio a los comunicadores costarricenses de todas las generaciones.La información comprometedora se maneja en grupos, de esa forma la cara visible siempre tendrá su espalda resguardada es decir, de nada sirve desaparecer al que expone la idea si la información es resguardada por un grupo de confianza, una vez que la información se hace pública, la misma blinda a todos los actores dentro de ella.
Lo sucedido con Parmenio Medina es una mancha oscura en la historia de la comunicación en nuestro país . Sin embargo, cómo toda amarga experiencia le dejó al pueblo costarricense muy claro hasta donde puede llegar la ambición, matar y perseguir a personas que expone hechos contrarios a sus intereses.
Conclusión (Andrés Ramírez Prado)
Ciertamente los documentos que Parmenio dejó brindan algunas pistas. Creemos que el autor intelectual podría ser alguien a quién en su momento describió como un empresario que se vio afectado por algunas de las investigaciones y denuncias que realizó en “La Patada”. Siendo así parece que fue lo justo y necesario para que algunos periodistas se ubicaran en su zona de confort y optaran por un periodismo «light» e incluso favor de interés políticos y económicos, por tanto debo decir que hoy sobran periodistas pero falta mucha gallardía.

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