El Apóstol nos da una pista dentro de su limitación humana para entender un amor que sobrepasa nuestra humanidad
Las palabras que se encontraron en la pared de un manicomio están entre las más hermosas y sensatas jamás escritas:
Si alguien pudiera llenar el océano de tinta,
y el cielo fuera hecho de papel;
si cada tallo fuera una pluma,
y cada hombre un escriba—
escribir del amor del Dios del cielo
secaría el mar de su tinta,
y el papel no podría contener las palabras,
incluso si se lo extendiera de extremo a extremo.
Pablo enseñó que, así como un templo sagrado, se puede hablar del amor de Dios en términos de anchura, longitud, profundidad y altura (Efesios 3:18). Se puede encontrar estas dimensiones en Juan 3:16: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna».
Anchura:
De tal manera amó Dios al mundo
El amor de Dios es tan infinito como el espacio, tan grande como el océano y tan ancho como el cielo. La Escritura usa la palabra «mundo» en tres sentidos: el universo, el mal y la humanidad.
El universo incluye toda la creación (Salmos 19:4; 90:2).
El mal incluye todas las cosas que se oponen a Dios (Isaías 13:11; 1 Juan 5:19). Existe el mal en el mundo temporal de placer, vanidad y orgullo pecaminoso (1 Juan 2:15-17). El amor al mundo constituye enemistad con Dios (Santiago 4:4). Demas amó los placeres del mundo y abandonó a Cristo (2 Timoteo 4:10).
La humanidad incluye a todas las personas (Mateo 5:14; Salmos 96:13). El amor de Dios por el mundo se extiende a toda persona que ha existido.
El mundo es la expansión más ancha, indicando que el amor de Dios no está limitado por:
- La geografía: El amor de Dios se extiende a toda la tierra y a todos los extremos del mundo (Mateo 28:19-20; Marcos 16:15-16; Romanos 10:18). Es tan ancho que nadie puede viajar fuera de sus límites (Salmos 139:7-12). Alcanza a toda la familia humana, a los hombres y mujeres, a los jóvenes y ancianos (Gálatas 3:28; Efesios 3:14-15; 1 Timoteo 2:3-4,6). Cristo nos redime de toda nación (Apocalipsis 5:9; cf. 7:9).
- La etnia. Su amor incluye a todas las razas, lenguas, tribus y naciones. El Nuevo Testamento revela que muchas personas de varias naciones y antecedentes respondieron al amor de Dios: los judíos (Hechos 2), los samaritanos (Hechos 8), los etíopes (Hechos 8) y los europeos (Hechos 16).
- El éxito. Su amor incluye a todas las personas de toda posición, nivel, grado, destreza y logro. Dios ama al pobre tanto como al rico. Jesús murió por todos (Juan 1:29; 12:32; 2 Corintios 5:15; Hebreos 2:9-10; 1 Juan 2:2).
- La lealtad: Dios ama a los buenos y a los malos (Romanos 5:8-9).
Un hombre preguntó a su nieta cuánto lo amaba. Ella extendió sus brazos y dijo: «Te amo así de mucho». Cuando la humanidad preguntó a Jesús cuánto la amaba, Él extendió Sus brazos—y ellos Lo clavaron a la cruz.
Longitud:
Que ha dado a su Hijo unigénito
Esto muestra cuán lejos irá el amor de Dios. Dios fue tan lejos como para dar a Su Hijo. Dios fue hasta el límite, sin escatimar nada. Se puede pensar en el amor de Dios en términos lineales de tiempo:
Dios nos amó en el pasado, incluso antes de que naciéramos (Salmos 139:13-16). Algunos piensan que Dios comienza a amar al hombre cuando él hace un ritual religioso o «invita a Jesús a su corazón». Pero el amor de Dios no tiene un punto de comienzo; estuvo presente antes del principio. Ya que Dios es amor (1 Juan 4:8), así como eterno, el amor siempre ha existido (Salmos 90:1-2; Mateo 25:34). Hay nombres «inscritos en el libro de la vida del Cordero…antes de la fundación del mundo» (Apocalipsis 21:27; Efesios 1:4).
Dios nos ama en el presente. «El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9). No hay interrupción en el amor de Dios; esta es una cuerda irrompible. Independientemente de lo que suceda, el amor de Dios continúa, no varía, sino que es constante. Dios no cambia (Malaquías 3:6). Jesús es el mismo ayer, hoy y por siempre (Hebreos 13:8).
Dios nos amará en el futuro. ¿Alguna vez alguien le ha dicho: «Te amaré para siempre», pero luego dejó de hacerlo? Dios nunca hará eso. Él prometió: «No te desampararé, ni te dejaré» (Hebreos 13:5). Él ama desde la eternidad hasta la eternidad (Salmos 103:17; Jeremías 31:3).
La parábola del hijo pródigo nos enseña la duración del amor de Dios (Lucas 15:11-24). Jesús amó a Sus discípulos «hasta el fin» (Juan 13:1). Él prometió estar con nosotros «hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20) y confirmarnos hasta el fin, para que seamos irreprensibles (1 Corintios 1:8). Nada nos puede separar del amor de Dios, incluso la muerte (Romanos 8:38-39). En los siglos venideros, Dios mostrará las riquezas abundantes de Su gracia (Efesios 2:7; cf. 3:10-11; Apocalipsis 7:17).
Profundidad:
Para que todo aquel que en él cree, no se pierda
¿Cuán profundo es el amor de Dios? Fridtjof Nansen (1861-1930) fue un explorador, científico, diplomático, humanitario y ganador del Premio Nobel de la Paz de nacionalidad noruega. Como parte de sus estudios de exploración del Polo Norte, él midió la profundidad del océano Ártico. En un lugar, Nansen sumergió una cuerda que no tocó el fondo. En su registro, anotó la longitud de la cuerda y luego escribió: «Más profundo que esto». Al siguiente día, usó una cuerda más larga, pero al final escribió lo mismo: «Más profundo que esto». Hizo lo mismo varias veces con el mismo resultado. Finalmente, ató todas las cuerdas juntas, pero tampoco tocó el fondo. Su último registro fue miles de pies de profundidad, y «más profundo que esto».
Medir el amor de Dios es similar. Podemos medir el amor de Dios con la cuerda del amor de:
- un hijo para su madre,
- un hijo adulto para su padre,
- un hermano para su hermana,
- un esposo para su esposa,
- un padre para su hijo,
- un patriota para su nación, o
- un cristiano para su Dios.
En cada caso, la cuerda es demasiado corta. Incluso al unirlas todas, terminamos con el registro: «Más profundo que esto».
Dos hombres miraban el océano por primera vez. Uno dijo: «Mira toda esa agua». El otro respondió: «Piensa en esto: nosotros solo estamos viendo el agua de encima». El amor de Dios es más profundo que:
- la muerte. «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» (1 Corintios 15:55; cf. Juan 11:20-25,29-34). La gente alrededor de la cruz no entendió que la muerte que observaba significaba vida.
- el dolor (2 Samuel 12:19-20; 18:33; Juan 14:1; Hechos 8:2; 1 Tesalonicenses 4:13). El amor de Dios es tan ancho como la necesidad humana—el dolor, la soledad, la pobreza, la desilusión y la tragedia.
- cualquier hoyo. Dios sacó a David del pozo terrible en que estaba (Salmos 40:2), y a Isaías del hoyo de corrupción (Isaías 38:17).
- cualquier pecado. Independientemente del pecado que alguien cometa, el amor de Dios puede alcanzarlo (Hechos 2:23,38; Romanos 6:17-19; 1 Corintios 6:9-11; Efesios 2:1-3). Su amor alcanzó al hijo pródigo en la hacienda de cerdos. Él «puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos» (Hebreos 7:25).
El poeta James Rowe expresó este pensamiento:
Estaba hundiéndome profundamente en el pecado, lejos de la ribera de la paz;
muy manchado y abrumado, hundiéndome para no salir nunca más.
Pero el Amo del mar oyó mi clamor desesperado,
y de las aguas me levantó; ahora salvo soy.
El amor me levantó, el amor me levantó;
cuando nada más podía ayudarme, el amor me levantó.
No es suficiente decir: «Te amo». La profundidad del amor se mide por la acción (1 Juan 3:17-18). ¿Cómo mostró Dios Su amor?
- Cuando el pecado cubrió la tierra como el agua cubre el mar, Dios envió a Jesús a morir por usted y por mí (1 Juan 4:9-11; Romanos 8:32).
- Él estableció a la iglesia (Hechos 2:14-47).
- Dio el plan de salvación (Hechos 2:38).
- Dio una segunda ley del perdón (Hechos 8:22-24).
- Ha preparado un lugar en el cielo (Juan 14:1-3).
Altura:
Mas tenga vida eterna
El amor de Dios tiene altura. David escribió: «Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen» (Salmos 103:11; cf. 108:4). Su amor toma a una persona de la profundidad del pecado y la eleva a alturas «en los lugares celestiales» en la iglesia (Efesios 1:3). Básicamente, el propósito final de Dios es que nosotros estemos con Él donde Él está, y que participemos de Su gloria (Juan 14:2-3; 17:24). «[C]uando él se manifieste, seremos semejantes a él» (1 Juan 3:2).
El amor de Dios es más grandioso de lo que la lengua puede pronunciar o el lapicero puede escribir. El amor de Dios es un océano, y ninguna cuerda puede alcanzar su fondo. Es un cielo de gran dimensión, y ningún cohete puede alcanzar su altura. Es un continente de distancia sin explorar, y ningún instrumento puede medir su longitud. Su anchura es un universo desconocido, y nadie puede calcular su límite. Sobrepasa el conocimiento (Efesios 3:19). No tiene medida, límite, fondo u orilla.
¿Cuál debería ser nuestra respuesta al amor de Dios? Nosotros también deberíamos amarlo. «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero» (1 Juan 4:19; cf. 1 Corintios 16:22; 2 Corintios 5:14). «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14:15).
«Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios» (1 Juan 3:1).
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