
Por: Dieter Gallop/ Analista Político
“… Y al ver una espada desvainada pendiendo sobre una hebra de crin, que significaba la vida o la muerte, Damocles dejó de servirse los manjares y las mujeres que había pedido.”
El mal llamado progresismo social, nace del resentimiento de seres humanos, convencidos que mediante la coacción del poder, deben imponer agendas de un progreso en entredicho, donde la identidad cultural es desraizada y se impone una de corrección política, a tal punto que temas tan obvios y normales de otrora, hoy son considerados polémicos.
El progresismo social ha venido a transformar la dinámica mundial a través de la corrección en la forma de expresarse, desempeñarse en la vida, comunicarse y elegir. Esta corrección se manifiesta en mayor medida mediante la construcción de minorías que buscan un espacio en agendas de control hegemónico en todo el mundo occidental, aún en contra de las tradicionales conductas culturales de cada país, donde Estados Unidos, Gran Bretaña, Europa occidental, Chile y Brasil han sido claros ejemplos de dichas políticas que han desembocado en manifestaciones de ciudadanos y finalmente en el cambio abrupto de dirección ideológica, donde la “mano dura” contra el crimen, el fortalecimiento de medidas antiinmigrantes, el rechazo a políticas suaves frente a los criminales convictos, y las agendas de diversidad sexual y aborto han sido claves en la movilización ciudadana frente a las agendas progresistas y la lucha por la reivindicación de una identidad cultural social venida a menos y suplantada por agendas exógenas.
EL CRIN Y LA ESPADA. La corrección política ha sido la más importante arma empuñada frente a la nueva construcción social del progresismo, y mediante el uso inverso de la moralidad conservadora, ha venido a transformar el modo en el cual se desenvuelve el mundo, adoptando el señalamiento social y escrutinio público a todos aquellos que adversan ideas y agendas culturales contrarias a la identidad de las sociedades donde se buscan implementar; tal es el caso de las elecciones presidenciales 2018, y la consecuente polarización de la sociedad costarricense; ¿ha sido eso progreso para la sociedad? Más recientemente la posición contundente de la UACA respecto al aborto y los ataques de una minoría a esta postura, ¿es la agenda abortista progreso para la dinámica social?
Parece que el progresismo encontró en su fortaleza la mayor debilidad, y es el señalamiento público de la moralidad, muchas veces contradictorio, el que se ha convertido en la espada que pende del crin ciudadano, que cada vez más rechaza esas posturas que van del progresismo a la deformación de la identidad nacional.
¿Será Costa Rica el próximo país en encontrar en la derecha dura o más extrema la respuesta a su nueva demanda ciudadana?
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