En el 250º aniversario del nacimiento del genio de Bonn, recordamos un episodio de su vida en relación al emperador francés
Este miércoles se cumplen dos siglos y medio del nacimiento de Ludwig van Beethoven (1770-1827), que ha llegado hasta nuestros días —junto con Mozart— como el más grande compositor de música clásica. Su obra llevó a cabo la transición entre el periodo clásico y el romántico, además de influir en multitud de maestros posteriores y contribuir a definir y explicar una época, en compañía de otros contemporáneos suyos como las novelas de Jane Austen, la poesía de Keats, la filosofía de Kant o la pintura de Turner.
Otro de los personajes coetáneos del músico alemán que más marcaron aquel periodo fue Napoleón Bonaparte. Beethoven asistió en su tiempo a las gestas militares del general francés, a quien el músico veía en 1804 con una mirada de admiración, al considerar que el proyecto político del corso iba encaminado a una reforma la sociedad y a limar las desigualdades entre las clases altas y las trabajadoras. Inspirado por el innegable genio militar y el liderazgo del entonces primer cónsul francés, Beethoven escribió una de sus sinfonías más famosas y celebradas. La ‘Tercera Sinfonía en mi bemol’, que ha pasado a la historia como la Eroica, fue bautizada así en honor a Bonaparte.
Beethoven llegó a escribir en la dedicatoria de la pieza que aquellos majestuosos compases se habían compuesto «para celebrar la memoria de un gran hombre». Sin embargo, tal y como explica Betsy Schwarm, profesora de Historia de la Música de la Metropolitan State University of Denver, cuando en diciembre de ese mismo año 1804 Napoleón se autocoronó emperador en la catedral de Notre Dame, el músico alemán «recibió esas noticias con furia: su héroe se había convertido en un tirano«. Uno de los discípulos de Beethoven, Ferdinand Ries (1784–1838), cuenta que el genio de Bonn arrancó la portada de la sinfonía, donde podía leerse la dedicatoria a Napoleón, y canceló una gira que planeaba hacer en Francia.
Así pues, aunque la novedad en el estilo que supuso la ‘Tercera’ sin duda sonaba a los ecos del indómito espíritu napoleónico, cuando la sinfonía se estrenó en Viena, el 7 de abril de 1805, se eliminó cualquier referencia al militar francés. Es más, cuando la obra se publicó en 1806, la pieza apareció impresa con una dedicatoria al príncipa Franz Joseph von Lobkowitz (1772–1816), uno de los principales mecenas de Beethoven.
Lo curioso es que ese mismo año, el 20 de noviembre de 1805, Beethoven estrenó es Viena la única ópera que compuso, ‘Fidelio‘, una obra que no tuvo demasiado impacto en su primera representación. El motivo, que la capital austriaca acababa de ser invadida por las tropas napoleónicas.
El autor de la ‘Quinta’ y la ‘Novena’ se tomaría su venganza nueve años después. En 1814, tras la derrota de Napoleón en Lepzig, representantes de las principales naciones de Europa se reunieron en el Congreso de Viena para decidir la suerte de Francia y de su destronado emperador. Durante aquellos meses, Beethoven fue invitado a dirigir multitud de conciertos para los dignatarios del continente. Sus obras, entre ellas el reestreno de ‘Fidelio’, fueron un gran éxito de crítica y público durante aquel periodo en el que se rubricó la derrota de Napoleón.
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