Cómo el nuevo nacimiento trae sensibilidad espiritual a nuestras vidas

 Adaptado del libro Sobre el nacimiento (Poiema Publicaciones, 2022), por Tim Keller.

La característica fundamental más importante del nuevo nacimiento es lo que este hace en la persona que lo experimenta. Por las palabras de Jesús, aprendemos que el nuevo nacimiento es, como podríamos esperar por una metáfora que usó, la implantación de una nueva vida.

En Juan 3:5, Jesús señala que debemos nacer «de agua y del Espíritu». Muchas personas interpretan esto como que necesitamos cumplir con dos requisitos para ser salvos: tener fe y ser bautizados. Pero es mucho más probable que Jesús esté hablando de una sola cosa.

Los eruditos de la Biblia señalan que Jesús aquí se refiere a Ezequiel 36, en donde el Espíritu de Dios se compara con el agua, porque en los climas áridos y desérticos, el agua era tan necesaria para sobrevivir que prácticamente era vida. En pocas palabras, el nuevo nacimiento es la implantación de la vida misma de Dios —el Espíritu Santo— en ti.

¿Qué significa eso? Ciertamente hay muchas cosas que podríamos decir si buscamos por todo el Nuevo Testamento, pero nos limitaremos a la metáfora que usa Jesús: la de nacer como un niño que sale del vientre y llega al mundo. Nacer de nuevo significa al menos dos cosas que están implícitas en esta imagen: una nueva sensibilidad y una nueva identidad.

Veamos la primera en este artículo. En el nuevo nacimiento recibimos una nueva sensibilidad.1 Jesús dice que necesitas nacer de nuevo para «ver» el reino (Jn 3:3).

Todos los seres vivientes, incluso las plantas, pueden percibir su entorno de alguna manera. Los seres humanos tenemos cinco sentidos, así que al nacer somos bombardeados con nuevas experiencias sensoriales de luz, sonido, sensación, olor y gusto. Debe ser abrumador.

Por las palabras de Jesús aprendemos que el nuevo nacimiento es la implantación de una nueva vida

De forma similar, el nuevo nacimiento trae un nuevo sentido espiritual. Es la habilidad no solo de comprender verdades que nunca antes tuvieron sentido sobre Dios, sobre ti mismo y sobre el mundo, sino también de percibir esas verdades en tu corazón de una forma completamente nueva. Estar vivo espiritualmente implica que puedes percibir realidades espirituales porque ahora tienes vista y gusto espiritual.

Uno de los primeros lugares en donde se hace evidente este cambio es en tu manera de leer la Biblia. Puede que hayas crecido yendo a la iglesia y a la escuela dominical, y que hayas conocido varias historias bíblicas e incluso memorizado muchos versículos. Pero después del nuevo nacimiento, comienzas a ver conexiones y verdades en la Biblia que nunca antes habías visto, o tal vez las aceptabas mentalmente, pero ahora te mueven, consuelan e iluminan de formas que nunca antes habías experimentado.

Habías escuchado que «Dios te ama» o que «Dios es santo y justo» o que «Dios te cuida», y puede que estuvieras de acuerdo con algunas de esas cosas como proposiciones, pero ahora se convierten en realidades que te transforman y que determinan tu vida diaria y tus acciones. Comienzas a ver implicaciones que nunca soñaste ver. Puede que digas: «¡Espera! Si esto es verdad sobre Dios, entonces ¿por qué me siento de esta forma? ¿Por qué me comporto de esa manera? Ya no tengo que ser así». Archibald Alexander, el primer maestro de teología del Princeton Theological Seminary a principios de los años 1800, habla de esto así:

Todo ser humano que ha experimentado esta actividad divina tiene nuevas perspectivas de la verdad divina. En estas cosas, el alma ve lo que nunca antes vio. Discierne, en la verdad de Dios, una belleza y excelencia de la cual no tenía idea hasta ahora.

Alexander insiste de inmediato en que, aunque este nuevo «sentido y sensibilidad» espiritual es real para todos los que experimentan el nuevo nacimiento, no debemos esperar que surja y se desarrolle de igual forma en todas las personas. Él escribe:

Por más que varíe el nivel de la claridad que experimentan las diferentes personas en cuanto a ciertas perspectivas o verdades específicas que estén considerando, todos están de acuerdo en que hay una nueva percepción de la verdad.2

Nadie puede insistir en que estas nuevas percepciones llegan de la misma manera. A veces el cambio es dramático, otras veces es gradual. Además, no hay una verdad en particular que siempre sea entendida claramente por la persona que nace de nuevo. Este nuevo sentido espiritual puede operar en una enorme variedad de formas.

Aun así, hay algunas cosas en común. Una de ellas es que los creyentes dicen: «Había escuchado esto toda mi vida, pero nunca había tenido sentido». Particularmente, las personas declaran que el amor que Jesús mostró al morir en la cruz por ellos finalmente se ha vuelto palpable, enternecedor y hermoso. El apóstol Pedro escribió: «Deseen con ansias la leche pura de la Palabra como niños recién nacidos» (1 P 2:2 NVI). Las verdades bíblicas dejan de ser palabras en una página y se convierten en alimento y bebida que disfrutas y que se vuelven parte de ti.

Después del nuevo nacimiento, comienzas a ver conexiones y verdades en la Biblia que nunca antes habías visto

Aquí tienes un ejemplo notable. Hace años estaba en un comité de pastores que evaluaba a hombres jóvenes antes de que comenzaran a servir en el ministerio. Le pedimos a cada uno que nos contara cómo llegó a la fe en Cristo. Uno tras otro, decía algo así: «Fui criado en la iglesia, pero allí nunca predicaron el evangelio diciendo que eres salvo solo por gracia». Luego comenzaban a explicar cómo llegaron finalmente a escuchar el evangelio a través de algún otro pastor. En cierto momento, después de que un candidato más dijera lo mismo, uno de los pastores del comité contó una historia.

Dijo que él también había crecido en la iglesia y que en un punto incluso había intentado estudiar el cristianismo tomando algunos cursos, incluyendo uno en el que tuvo que aprender sobre Martín Lutero y leer fragmentos de su famoso comentario sobre Gálatas. Un par de años después, cuando estaba en las fuerzas armadas, un capellán le explicó el evangelio. Se dio cuenta de que siempre había pensado que ser cristiano era tratar de vivir como Jesús y que, si lo hacíamos con suficiente sinceridad y diligencia, iríamos al cielo. Pero el capellán le explicó que la salvación era por pura gracia a través de la obra de Cristo a nuestro favor —Su vida, muerte y resurrección— y que la podíamos recibir una vez y para siempre en un acto de fe. Con gratitud y alegría, dio ese paso de fe con el capellán.

Luego le preguntó al capellán por qué nadie le había predicado el evangelio antes, y agregó: «No sé por qué Martín Lutero no conocía el evangelio».

El capellán lo miró confundido y le preguntó por qué decía eso. Él respondió: «Bueno, leí su libro sobre Gálatas y no lo vi». El capellán le sugirió calmadamente que volviera a leer el libro.

Más adelante, nos dijo: «Lo hice, y el evangelio estaba en casi todas las páginas… subrayado y resaltado por mí». Él no había podido verlo porque sus ojos espirituales no habían sido abiertos. Concluyó su historia diciendo: «Ahora mismo hay personas en mi congregación que escuchan mi enseñanza y que no están escuchando el evangelio, porque todavía no tienen los “oídos para oír”, los cuales vienen con el nuevo nacimiento».

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