De la estrategia al insulto: el auge del brutalismo comunicacional en la política global

Foto: BITE

El auge del brutalismo en la política no solo redefine el discurso público; también plantea un desafío ético y espiritual. ¿Cómo deberían responder los cristianos cuando el insulto sustituye al argumento y la ofensa al respeto?

Donald Trump contra Kamala Harris. Santiago Abascal contra Pedro Sánchez. Javier Milei contra Sergio Massa. Jair Bolsonaro contra Lula Da Silva. Gustavo Petro contra Miguel Uribe. Estos son algunos de los nombres contemporáneos que describen el marcado contraste y tensión en el ámbito político de los gobiernos en Occidente. En un amplio espectro, estos personajes (salvando sus propias distancias ideológicas) son representantes de la clásica díada política: la derecha contra la izquierda. 

No obstante, fuera de las posturas ideológicas encontradas, en los últimos años se ha empezado a popularizar una “tendencia” en la dialéctica política, especialmente entre los actores políticos, denominada por algunos “brutalismo comunicacional”. En este artículo, intentaremos definir y ejemplificar este “fenómeno” característico del intercambio político actual, así como reflexionar sobre algunas implicaciones para los cristianos. ¿Por qué la política no es un asunto ajeno a la cosmovisión cristiana? ¿Por qué resulta importante la “forma” cuando se trata de defender y comunicar lo correcto?  

Brutalismo y comunicación política: una “construcción conceptual” 

La expresión “brutalismo comunicacional” está relacionada con el ámbito de la comunicación política y se utiliza para identificar un “estilo discursivo” perfeccionado por los agentes políticos. No obstante, para comprender con mayor precisión su significado e implicaciones, primero debemos reconocer que el término en sí mismo es una construcción conceptual. Es decir, consiste en la combinación de dos conceptos (“comunicación política” y “brutalismo”), los cuales buscan significar, explicar o representar determinadas actitudes de los actores políticos, especialmente aquellas que se expresan públicamente. 

Hagamos, entonces, una aproximación conceptual a cada término y luego veamos la correlación que le dio origen al “fenómeno” que nos ocupa. 

Según el Dr. Dominique Wolton, director del Centro Nacional de Investigación Científica de París, la comunicación política ha ido acrecentando y ampliando su significación. En Pensar la comunicación (1997) señaló que esta comprendía el estudio de la comunicación del gobierno al electorado y después el intercambio de discursos políticos entre la mayoría y la oposición”. Más tarde, su estudio se extendió “al papel de los medios de comunicación en la formación de la opinión pública”.

Dominique Wolton / Foto: Libre de droit

A inicios del siglo XXI, la enmarcó como “el estudio del papel de la comunicación en la vida política en sentido extenso” y dijo que “integra tanto los medios de comunicación como los sondeos, el marketing político y la publicidad, con especial interés en los periodos electorales”.Ahora bien, en síntesis, la comunicación política puede comprenderse como el proceso interactivo de la comunicación cuyo eje fundamental es la política. 

De acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el brutalismo es un “movimiento artístico, especialmente arquitectónico, que se caracteriza por enfatizar la naturaleza expresiva de los materiales”.Esta corriente nació en la posguerra como una reacción al modernismo y su nombre es un juego de palabras proveniente de la expresión francesa “béton brut”, que significa “hormigón (concreto) crudo o en bruto”. 

La Casa Oyamel es un referente del Brutalismo, una obra donde el concreto se convierte en expresión artística./ Foto: Marcos Betanzos

Algunos autores en materia de comunicación política han adoptado el nombre de esa corriente para representar un formato de comunicación y praxisdiscursiva con una estética similar: cruda, áspera, frontal, y que no requiere ornamentos. El asesor en comunicación y consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí es un ejemplo de quienes hacen esta relación. En el artículo El brutalismo en la política explica que el movimiento arquitectónico en cuestión “reivindicaba el valor estético de las estructuras y elementos constructivos” y “ofrecía la belleza bruta de los materiales, sin concesiones estéticas al adorno o al revestimiento”. Por consiguiente, según Gutiérrez-Rubí, “el brutalismo aboga por una autenticidad cruda” y “el grito, el insulto o la locuacidad extrema” representan una “materia prima —no elaborada— de las palabras” en el discurso político. 

Desde otro ángulo, en su artículo The Rise of the Brutal American (El ascenso del estadounidense brutal), la columnista e investigadora de la revista The Atlantic, Anne Applebaum, contrasta el estilo de los dirigentes estadounidenses con otro formato político “en ascenso” al que denomina “estadounidense brutal”. Con tal propósito, toma como referentes al presidente y al vicepresidente actuales de los Estados Unidos: “…el comportamiento de Donald Trump y J.D. Vance creó un nuevo estereotipo para Estados Unidos: no el estadounidense tranquilo ni el estadounidense feo, sino el estadounidense brutal. (…) Más allá de sus políticas, Trump y Vance son groseros”.En este sentido, podría entenderse que la “brutalidad” se combina con la “política” dando como resultado un representante que es todo menos “políticamente correcto”. 

Donald Trump junto a J.D. Vance / Foto: Eric Lee

Por su parte, Gonzalo Sarasqueta, experto en comunicación política, dijo en una entrevista con DW Español que “el brutalismo comunicacional hoy en día es la moda”. Seguidamente, proporcionó una descripción del término:  

Veníamos de una etapa donde el referente mundial era Barack Obama, el expresidente de los Estados Unidos, donde estaba marcado un discurso más friendly (amigable), (…) más horizontal, (…) marcado por una utopía, y pasamos a una etapa (…) más áspera, donde lo hiperbólico, lo exagerado (…) es fundamental para armar un contenido. Donde el ataque al otro se prima por sobre la construcción de un proyecto en común (…) y donde las redes sociales dejan de ser un territorio político neutral (…). Empieza a acabarse la diversidad del pluralismo y empieza a habitar esa red social una determinada tribu ideológica (…)”. 

Tras la etapa más amigable asociada a Obama, llega un tiempo más áspero donde lo hiperbólico domina, el ataque sustituye la construcción en común y las redes dejan de ser un espacio plural. / Foto: Getty Images

El brutalismo comunicacional parece ser una expresión más llana (¿menos “académica”?) para referirse a conceptos como “polarización afectiva”, o al menos, a fenómenos que tienen alguna relación con ella. En el artículo Lo político como algo personal: Una revisión teórica sobre la polarización afectiva se le define como “una creciente animadversión personal entre partidarios de diferentes opciones políticas”, la cual tiene tres características. 

La primera es un “prejuicio mutuo de los partidarios” a razón de la identidad social-política; la segunda, una “predisposición al activismo político y a la defensa de las propias posiciones”; y la tercera, una “reactividad emocional presente en los individuos fuertemente identificados”, implicando manifestaciones “iracundas” o “entusiasmo” de acuerdo a los resultados políticos. Los medios de comunicación y las redes sociales figuran como “factores” de dicha polarización. 

El brutalismo comunicacional se entiende como una expresión más llana para hablar de la polarización afectiva o de fenómenos cercanos a ella. / Foto: abc News

De lo político a lo personal: “características” y “casos” de brutalismo comunicacional 

Si bien varias fuentes explican el brutalismo comunicacional, según nuestra investigación, este término es relativamente novedoso en materia de comunicación política. Aunado a esto, parece que no existe una definición universalmente aceptada o establecida por consenso académico. Aún así, a partir de las aproximaciones teóricas consultadas, algunas características o rasgos del estilo político brutalista podrían ser: 

  • El uso de un lenguaje ofensivo: al transmitir sus ideas o interactuar con sus opositores o contertulios, losactores políticos incurren en el uso de insultos, palabras obscenas, inmorales, hostiles o indiferentes. 
  • Incurrir en la descalificación del contrincante: en lugar de criticar o cuestionar ideas o propuestas, los agentes políticos apelan a los ataques personales, epítetos o descalificaciones contra quienes no comulgan con su partido o ideología. 
  • Polarización y reducción: la confrontación ideológica y política necesita de “contrincantes” o “bandos” específicos. Por eso, además de reforzar la posición electoral o partidista propia, el estilo crudo y brutal en la comunicación política intenta “reducir” o “simplificar” al “enemigo” en el “campo de batalla”. Así, los debates y campañas quedan reducidos al siguiente escenario: los buenos contra los malos, nosotros contra ellos, derecha contra izquierda.  
  • Los medios digitales como instrumentalización política: las redes sociales y las plataformas digitales son herramientas idóneas para difundir instantáneamente el conflicto entre interlocutores políticos. El discurso “crudo y duro” produce más viralidad y reacciones entre los cibernautas. 
El brutalismo comunicacional, aún sin definición consensuada, se caracteriza por lenguaje ofensivo, descalificación, polarización y uso de redes para amplificar el conflicto. / Foto: BITE

Pero ¿por qué el “poder popular” se siente atraído por agentes políticos que usan un formato discursivo “brutalista”? Algunos de los factores que han podido dar pie al nacimiento de los denominados “outsiders políticos” son la coerción y el control “excesivo” del Estado; un formato económico más personal, independiente e individualista; la crisis moral, social y política de los partidos tradicionales; el abuso y la corrupción en la administración pública; y las desigualdades agudizadas. 

El término “outsiders políticos” sirve para identificar a quienes tienen aspiraciones electorales o que ya ejercen cargos públicos, pero no forman parte ni están adheridos a los partidos o estructuras tradicionales. Como explica Beatriz Cahuasa, estratega en comunicación política:

El principal atractivo de los outsiders es su novedad y carácter disruptivo; están fuera de la política tradicional, lo que les permite presentarse como líderes antisistema con un discurso agresivo contra las élites. Esta diferencia frente a los insiders les da ventaja comunicacional, facilitando su posicionamiento a través del marketing político.

Dicho esto, ¿cómo se manifiesta esta “brutalidad comunicacional”? Podemos mencionar algunos casos concretos que pudieran ejemplificarla. Cuando Javier Milei, actual presidente de Argentina, era candidato al cargo público por el partido La Libertad Avanza, afirmó en el programa radial colombiano Nocturna RCN: “¿Qué es en el fondo un socialista? Es una basura, es excremento humano”. Posteriormente, Gustavo Petro, actual presidente de Colombia, dijo sobre la afirmación de Milei: “Esto decía Hitler”.Asimismo, durante la campaña presidencial de 2024 en Estados Unidos, la aspirante a la presidencia por el Partido Demócrata, Kamala Harris, calificó de “facista”a su rival, el actual presidente Donald Trump, en un foro de CNN. 

Javier Milei / Foto: Reuters

También podemos considerar un evento del pasado septiembre, en el marco de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. Usando un megáfono, el primer mandatario colombiano se dirigió a la población y, especialmente, a los soldados estadounidenses con un discurso “temerario” y “disidente” contra su homólogo estadounidense: “Desobedezcan la orden de Trump. Obedezcan la orden de la humanidad”.La respuesta del Departamento de Estado de ese país no se hizo esperar, en una publicación de la red social X informó: “…el presidente colombiano @petrogustavo se paró en una calle de Nueva York e instó a los soldados estadounidenses a desobedecer órdenes e incitar a la violencia. Revocaremos la visa de Petro debido a sus acciones imprudentes e incendiarias”.

Este estilo de comunicación política se suele identificar primordialmente entre los candidatos, sin embargo, no es ajeno a sus adeptos o seguidores. Además, puede reflejarse en expresiones no verbales crudas y simbólicas de desprecio o animadversión hacia el oponente político. Por ejemplo, La Derecha Diario informó en X que, luego de que opositores intentaron agredir a partidarios del presidente Milei, un “libertario” hizo un gesto grotesco con la bandera de la izquierda, como si fuera papel higiénico 

Con lo visto hasta aquí, podemos concluir que el brutalismo comunicacional consiste en un formato discursivo o simbólico de carácter político, popularizado y viralizado a causa de las tecnologías de la información y comunicación (TIC). Se caracteriza por el uso de un lenguaje “sin filtros” que, más allá de la defensa de agendas políticas particulares, se acompaña de animadversión, desprecio, insultos, ataques personales y denuestos contra quienes se posicionan en las antípodas intelectuales, sociales, culturales y, especialmente, políticas. 

En el contexto de la Asamblea de la ONU, el mandatario colombiano pidió con megáfono a los soldados de EE. UU. desobedecer a Trump y seguir “la orden de la humanidad”. / Foto: Bing Guan

Implicaciones del brutalismo comunicacional para los cristianos 

Debido a que el Señor es soberano y gobierna sobre el cosmos, Él tiene interés e injerencia en la política. Así,  ¿es lícito para el cristiano permanecer indiferente o “hacerse de la vista gorda” ante la realidad política que le rodea? En su obra Heredarán la tierra: esquemas bíblicos parala economía política, el Dr. Gary North lo afirma así: “Dios es supremo soberano sobre todas las cosas. Esto significa que Él es muy superior a la creación, y totalmente diferente de ella. Se trata de un Dios soberano. En pocas palabras, Dios manda”.

El salmista lo dijo así: “Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella; el mundo y los que en él habitan”(Sal 24:1). Esto significa que nada en la creación está al margen de Su Creador. En ese orden de ideas, respecto a las autoridades civiles la Escritura nos recuerda: “que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres y que lo da a quien le place” (Dn 4:25), puesto que “no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas” (Ro 13:1). En otro sentido, vemos que el Señor encomendó al hombre la responsabilidad de administrar y dominar Su creación. En teología, esta delegación divina se conoce como “el mandato cultural”, el cual se desprende primariamente de Génesis 1:28. Como explica el Dr. North: 

Dios ejerce control directo y personal sobre su creación (…). Sin embargo, Dios, el dueño soberano que creó el universo, ha delegado a la humanidad el pleno deber de cuidar de toda la creación. Dios no controla directamente la tierra prescindiendo de los que Él ha elegido para administrar sus bienes.

Gary North / Foto: Gage Skidmore 

De lo anterior, claramente se entiende que el Señor ha depositado una responsabilidad administrativa en el ser humano —especialmente en el creyente— y, en un sentido amplio, en Su iglesia, para ejercer dominio y mayordomía en todos los asuntos de la vida. Eso incluye la política. 

Tristemente, muchos cristianos estarían en desacuerdo con esas afirmaciones. Sin embargo, no en vano dijo en una ocasión Charles H. Spurgeon: “Solo los tontos creen que política y religión no se discuten. Por eso los ladrones siguen en el poder y los falsos profetas siguen predicando”. El aborto (mal llamado “derecho reproductivo”), la unión civil de personas del mismo sexo (mal llamada “matrimonio igualitario”), y muchos otros temas se encuentran en el debate político. ¿Cómo podemos oponernos firmemente a lo que contradice la verdad de Dios sin perder la “mansedumbre y reverencia” (1 P 3:15) a las que fuimos llamados? 

Spurgeon recordó que ignorar la relación entre política y fe solo da espacio a abusos, planteando el desafío de defender la verdad de Dios con firmeza, mansedumbre y reverencia. / Foto: Dominio público

No obstante, no hay que perder de vista lo que señala Daniel Nealon, pastor de la Iglesia Presbiteriana Deer Creek: “Debemos recordar, ante todo, que el verdadero avance del reino de Dios se produce a través del Evangelio y el arrepentimiento de los pecadores. (…) La misión de la Iglesia no es transformar la sociedad mediante el poder político, sino proclamar el Evangelio y hacer discípulos”. Con esto en mente, ¿cómo los cristianos deberían responder ante este “fenómeno” de la comunicación política? Consideremos algunas virtudes cristianas que pueden ser aplicadas en el caso que nos ocupa: 

  • No conformarse a las tendencias y líderes actuales. En su carta a los Romanos, el apóstol Pablo escribió: “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”(Ro 12:2, RVR1960). Los líderes políticos que resultan “atractivos” por ser “outsiders” o “antisistemas” terminan convirtiéndose en “tendencias discursivas” que deberíamos pasar por el filtro de la voluntad revelada de Dios. ¿Estamos amoldando nuestra mente a las tendencias políticas de moda o a lo que realmente resulta agradable al Señor?
  • Tener un lenguaje piadoso tanto en el mundo real como en el digital. El apóstol Pablo instó a la Iglesia de Éfeso: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Ef 4:29, RVR1960). ¿Es compatible el uso de un lenguaje hostil y ofensivo con la gracia y edificación que debe caracterizar la boca del creyente? Ciertamente, debemos procurar tener opiniones informadas y sustentadas en materia política, pero ¿justifica la defensa de la verdad el uso de una “comunicación brutalista”? Lo anterior aplica tanto para conversaciones en el plano físico como en el digital (redes sociales). 
  • Ser “políticamente correctos”. En su carta a las iglesias de la diáspora, el apóstol Pedro instruyó que no anduvieran “…devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo”(1 P 3:9, RVR1960). Por su parte, el apóstol Pablo les encomendó a los efesios quitarse “toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia, y toda malicia” (Ef 4:31, RVR1960). En medio del “intercambio político” en el cual podamos encontrarnos, ¿somos capaces de responder con bendición en lugar de devolver mal por mal? En un sentido ético-bíblico, estamos llamados a ser “políticamente correctos” y, en cierto modo, a sufrir como el Señor lo hizo. 
  • La forma importa. Salomón, conocido como el hombre más sabio (después de Cristo), escribió inspirado por el Espíritu Santo: “La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor”(Pr 15:1, RVR1960). Ahora bien, en su primera epístola, el apóstol Pedro insta a los cristianos a defender sus creencias (esto es, el fondo), pero también a ocuparse en cómo hacerlo (la forma): “…santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia”(1 P 3:15, RVR1960). 

Al brutalismo comunicacional parece no interesarle la forma, pero como cristianos entendemos que esta es parte importante del mensaje, no solo en lo que respecta a la política. ¿De qué sirve responder “al necio conforme a su necedad” (Pr 26:4-27) si al hacerlo perdemos de vista que nuestro interlocutor también fue hecho a imagen de Dios? De lo contrario, es mejor simplemente guardar silencio. 

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