El violento ataque de la pornografía al lecho matrimonial

La fuente más influyente de educación sexual en los Estados Unidos hoy en día es la pornografía. Para la mayoría de los jóvenes de hoy, incluyendo a la mayoría de los cristianos, las actitudes hacia el sexo y las prácticas sexuales están siendo moldeadas total, por no decir exclusivamente, por la pornografía. Esto no es nada nuevo, por supuesto, pero se está volviendo cada vez más peligroso porque la pornografía se está tornando cada vez más violenta.

Numerosos estudios han confirmado este hallazgo. Por ejemplo, un estudio de 2020 publicado en la revista Archives of Sexual Behavior [Archivos de Conducta Sexual] analizó una muestra aleatoria de vídeos de los dos sitios web pornográficos más visitados del mundo. El estudio reveló que la agresión física contra las mujeres estaba presente en el 44.3 % de los videos de uno de los sitios y en el 33.9 % de los del otro. En pocas palabras, entre un tercio y casi la mitad de los videos pornográficos muestran algún tipo de violencia y, en el 97 % de los casos, se trata de violencia contra las mujeres.

Esta normalización de la violencia se está extendiendo al mundo real. Hace tres años, un estudio publicado en la revista Journal of American College Health [Revista de salud universitaria estadounidense] reveló que el 26.5 % de las estudiantes universitarias habían sido estranguladas durante su última relación sexual. Además, el 24.8 % de los hombres declararon haber estrangulado a su pareja en su última relación sexual. (Observa que no respondieron simplemente que esto les había sucedido en algún momento de su vida, sino que les había sucedido en su experiencia sexual más reciente).

Una encuesta más reciente reveló que esta práctica ha aumentado en aproximadamente un 50 % en esos tres años. Casi dos tercios de las mujeres encuestadas (5000 estudiantes de una «importante universidad del Medio Oeste de Estados Unidos» anónima) afirmaron que su pareja las había estrangulado durante las relaciones sexuales, y un tercio de ellas en su encuentro más reciente. La tasa de mujeres que afirmaron tener entre doce y diecisiete años la primera vez que les ocurrió esto se disparó hasta el 40 %, es decir, una de cada cuatro mujeres entrevistadas.

¿Por qué hacen eso los hombres? Porque lo ven en la pornografía y piensan que es lo que las mujeres quieren. ¿Por qué las mujeres les siguen el juego? Porque ellas también lo ven en la pornografía y piensan que debe ser lo que se supone que deben querer.

Dios no nos diseñó para querer infligir dolor al otro durante el sexo, ni tampoco para querer eso para nosotros mismos

 

Las fuerzas externas moldean nuestros deseos, a menudo sin que nos demos cuenta. Pocas influencias son más prevalentes e influyentes en la configuración del deseo sexual actual que la pornografía. Un estudio reveló que los hombres ven material pornográfico entre cinco y diecisiete minutos al día, lo que supone entre treinta y ciento tres horas al año. Si un niño empieza a ver pornografía a los doce años, cuando cumpla los treinta y dos habrá visto entre 600 y 2000 horas de videos pornográficos. Habrá sido moldeado durante dos décadas por la industria de la pornografía, y esa industria lo habrá alimentado con imágenes y ejemplos cada vez más extremos de actos sexuales.

Debido a que estas imágenes le son presentadas cuando su personalidad aún se está formando y su sexualidad se está desarrollando, comienza a confundir sus propios deseos con los que ve en la pornografía. Cree que eso es lo que desea, cuando en realidad ha sido condicionado por la industria pornográfica para querer esas cosas.

Pero Dios no nos diseñó para querer infligir dolor al otro durante el sexo, ni tampoco para querer eso para nosotros mismos. No es un deseo natural ni una parte natural del proceso sexual. Por esa razón, en tiempos pasados se consideraba una perversión. Tales acciones pervierten la naturaleza del sexo, que está destinado a ser bello y bueno, y lo convierten en algo feo y maligno. Tales actos distorsionan el sexo de tal manera que sus propósitos, como crear una unión de una sola carne, quedan destruidos.

Por qué la violencia no tiene lugar en la intimidad marital

Los cristianos debemos tener en claro que tales actos de violencia no tienen cabida en la intimidad sexual. Aquí hay tres razones por las que debemos rechazar la violencia sexual por ser incompatible con el diseño de Dios para la intimidad marital.

1. El sexo fue diseñado por Dios, y Él prohíbe la violencia.

La Biblia tiene mucho que decir sobre la violencia, pero veamos solo un versículo como ejemplo. Proverbios 3:31 dice: «No envidies al hombre violento, / Y no escojas ninguno de sus caminos». No queremos adoptar los caminos de los violentos porque, por lo general, son incompatibles con el mandamiento de amar al prójimo.

Es posible, aunque extremadamente raro, que la mejor manera de amar a tu prójimo sea mediante el uso de la violencia. Por ejemplo, quizá tengas que recurrir a la violencia para evitar que se haga daño a sí mismo o a otros. Pero nunca hay una situación en la que la violencia sea apropiada en el contexto de la intimidad marital.

2. Las personas resultan heridas por los actos violentos, y estamos llamados a preservar la vida de nuestro prójimo.

El sexto mandamiento nos insta a preservar el bienestar físico de nuestro prójimo (Éx 20:13). Entonces, ¿por qué participaríamos en prácticas que pueden causar tanto daño?

Prácticas como la asfixia, también conocida como estrangulamiento sexual, son muy peligrosas y pueden provocar graves riesgos para la salud e incluso la muerte. Algunos de los peligros físicos incluyen privación de oxígeno, paro cardíaco, derrame cerebral, deterioro cognitivo, daños en los vasos sanguíneos o la laringe, e incluso la muerte. Igual de dañino es el daño psicológico que puede causar. Participar en una práctica sexual tan peligrosa puede provocar ansiedad, depresión, angustia psicológica e incluso trastorno de estrés postraumático (TEPT).

3. La naturaleza del sexo es contraria a la violencia.

La violencia se caracteriza por el daño, el control y el miedo. Por el contrario, la intimidad se basa en la confianza, el respeto mutuo y la cercanía emocional. Por lo tanto, la violencia es incompatible con la intimidad. El amor por nuestro cónyuge debe llevarnos a tratarlo con delicadeza, respeto y consideración. Nunca hay justificación para la violencia, la coacción o el abuso dentro del vínculo sagrado del matrimonio. La intimidad solo puede florecer cuando ambos miembros de la pareja se sienten a salvo del peligro.

Nunca hay una situación en la que la violencia sea apropiada en el contexto de la intimidad marital

 

Los efectos de la violencia sexual antes del matrimonio también pueden inhibir la intimidad dentro del matrimonio, incluso con una pareja que no es violenta. Debby Herbenick señala que el estrangulamiento es uno de los actos sexuales que más frecuentemente mencionan las mujeres jóvenes como algo que las ha asustado.

«A veces, algunas de ellas piensan literalmente que alguien las está atacando, pero no lo saben», dice Herbenick. «Esas son las únicas experiencias sexuales que tienen algunas personas. Y no es solo una vez que se han desnudado. Dicen cosas como: “Solo he intentado besar a alguien una vez porque empezó a estrangularme y a pegarme”».

Algunos podrían preguntar: «¿Qué pasa con el consentimiento y el placer? ¿Qué pasa si un cónyuge consiente algún acto que pueda parecer violento, como el estrangulamiento? ¿Qué pasa si uno de nosotros obtiene placer de tales actos?».

Para la cultura secular, el consentimiento se ha convertido en la única restricción para los actos sexuales. Si dos personas han dado su consentimiento, es decir, si dan su permiso para involucrarse en ciertos actos sexuales, entonces los actos son permisibles. No se hacen preguntas; no se permiten juicios. Expresar desaprobación sería «avergonzante» y contrario a la norma de la «positividad sexual».

Este estándar minimalista está siendo adoptado por un número cada vez mayor de cristianos. Muchos han llegado a creer que, si tanto el hombre como la mujer dan su consentimiento y al menos uno de ellos obtiene placer del acto, entonces debe ser permisible, especialmente dentro del matrimonio. No reconocen que ese pensamiento se debe a la corrupción del razonamiento moral por causa del pecado.

Extender la verdad, la gracia y la esperanza

Incluso los consejeros seculares están comenzando a expresar su preocupación por la violencia sexual. Como concluyó un estudio, «los médicos clínicos deben estar conscientes de los posibles cambios recientes en los comportamientos sexuales, en particular aquellos como la asfixia, que pueden causar daños».

A aquellos que se sienten aprisionados por los deseos sexuales violentos debemos comunicarles que hay esperanza y sanidad en Cristo

 

Tenemos una deuda con quienes están atrapados en dichos deseos sexuales corrompidos, la de decirles la verdad. A aquellos que han sido influenciados por la pornografía y se sienten aprisionados por los deseos sexuales violentos, debemos comunicarles que hay esperanza y sanidad en Cristo. Debemos caminar con ellos en el proceso de reemplazar esas imágenes falsas con la verdad de la Palabra de Dios acerca de Su diseño para una intimidad saludable.

Desde luego que la pornografía no solo afecta a los hombres. Muchas mujeres sienten una enorme presión para conformarse a los actos violentos y degradantes que se normalizan en la pornografía. Pueden creer que, si no consienten en actos sexuales agresivos, son mojigatas o perderán el interés de sus maridos. A decir verdad, cualquier coacción sexual es lo contrario al amor sin egoísmo y sacrificial que los maridos están llamados a mostrar a sus esposas (Ef 5:25).

Para ayudar a los jóvenes cristianos que se están preparando para el matrimonio o que ya han contraído matrimonio, es fundamental que mantengamos conversaciones francas como esta sobre el diseño de Dios para la sexualidad y las formas en que ese diseño se ha distorsionado en nuestra cultura violenta y permeada por la pornografía. Debemos ayudarles con compasión a comprender cómo esos deseos han sido moldeados por influencias externas y no por Dios. La intimidad marital verdaderamente satisfactoria fluye del sexo según el propósito de Dios: una unión hermosa y santa que une al hombre y a la mujer como una sola carne.

Los pastores, los padres y los consejeros deben proclamar con valentía esta verdad, especialmente a las generaciones más jóvenes, que son las más influenciadas por nuestra cultura sexualizada. Debemos mostrarles cómo los límites de Dios en torno a la sexualidad, incluida la prohibición de la violencia sexual, son para nuestro bien y para Su gloria. Como iglesia, tenemos la responsabilidad de presentar una visión convincente de la sexualidad que honra a Dios y de guiar con gracia a las personas para que se alejen de las falsificaciones que solo producen daño.

En definitiva, todos nosotros vivimos en una cultura moldeada por la pornografía a tal grado que necesitamos poner «todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo» (2 Co 10:5) y buscar alinear nuestras mentes al diseño de Dios para la sexualidad. Este problema va más allá de los aspectos violentos promovidos en la pornografía. Cada uno de nosotros debe arrepentirse de las formas en que ha abrazado la visión distorsionada que tiene el mundo sobre el sexo y, en su lugar, perseguir la intimidad hermosa que Dios destinó para el matrimonio. Solo basando nuestras perspectivas sobre el amor y la intimidad en la Palabra de Dios podremos encontrar libertad de las mentiras y tentaciones de nuestra cultura sexualizada.

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