La guerra de Afganistán fue un fracaso de 20 años de planificación centralizada

La culpa del desastre de la guerra de Afganistán recae directamente en los expertos en Washington DC, quienes comenzaron la cruzada hace 20 años.

Por: Peter Jacobsen/ FEE

l proyecto de la guerra de Afganistán y la construcción de la nación se confirma ahora como un completo fracaso, y muy costoso, tanto en vidas como en recursos.

El Instituto Watson de la Universidad de Brown estima que Estados Unidos gastó $2.2 billones de dólares durante los 19 años, aumentando la carga fiscal de cada estadounidense en $6.000 dólares. Además, el Instituto Watson estima que «241.000 personas han muerto como resultado directo de esta guerra». Estas cifras no incluyen las muertes causadas por las enfermedades, la pérdida de acceso a los alimentos, al agua, a las infraestructuras y/o otras consecuencias indirectas de la guerra».

Sin embargo, al final, todo fue en vano. El gobierno afgano patrocinado por Estados Unidos se derrumbó poco después de la letal retirada militar estadounidense, y los talibanes están de nuevo en el poder. Sólo que ahora están armados con miles de millones de dólares  equipo militar estadounidense.

¿De quién es la culpa?

En un reciente discurso, el presidente Biden atribuyó gran parte de la responsabilidad del fracaso del régimen a las fuerzas afganas por no haber contenido a los talibanes. La administración también se apresuró en culpar al acuerdo de paz que la administración Trump hizo con los talibanes antes de dejar el cargo.

Sin embargo, el fracaso de la democracia liberal en Afganistán no es culpa de los militares afganos, de la Administración Biden o de la Administración Trump. En realidad, el fracaso estadounidense de la construcción de la nación afgana es un fracaso de la planificación central que estaba, desde el principio, condenada a ser un desastre.

En 2007, el profesor Chris Coyne de la Universidad George Mason publicó un libro titulado After War: The Political Economy of Exporting Democracy. El tema del libro giraba en torno a los problemas inherentes al intento de exportar la democracia liberal. El Dr. Coyne dividió estos problemas en dos categorías: problemas de conocimiento y problemas de incentivos.

El problema de conocimiento de la planificación centralizada del establecimiento de otros gobiernos es que, a pesar de que los políticos saben cómo son las democracias superficialmente, no saben qué condiciones subyacentes son necesarias para fomentar una democracia liberal saludable. Por ejemplo, diferentes sistemas de creencias y culturas pueden ser incompatibles con cualquier forma conocida de democracia liberal. La Constitución estadounidense, por ejemplo, surgió en un contexto específico. El mero hecho de «lanzar desde el aire» una constitución en un país no significa que el contexto subyacente vaya a coincidir con la constitución. Resulta que lanzar desde el aire instituciones políticas es más difícil que lanzar suministros desde el aire.

El general Stanley McChrystal, antiguo comandante de alto rango en Afganistán, se jactó una vez: «Tenemos un gobierno en una caja, listo para entrar». A estas alturas debería ser obvio para todo el mundo cuánta arrogancia había en esa afirmación.

Del mismo modo, Dan Sánchez señaló en 2016 que los planificadores centrales estadounidenses pasan por alto importantes conocimientos locales que no pueden ser codificados. Este conocimiento descentralizado es referido por el economista ganador del Premio Nobel F. A. Hayek como el conocimiento de, «las circunstancias particulares de tiempo y lugar». Aunque a los planificadores centrales les guste creer que pueden acceder a este conocimiento, simplemente no hay manera de que centralicen todo este conocimiento dispar y no codificado para que sirva al plan central.

Coyne continúa explicando el problema de los incentivos asociados a la construcción de naciones. Incluso si los planificadores centrales fueran capaces de resolver el problema del conocimiento en teoría, es poco probable que sean capaces de implementar su solución. ¿Por qué? La aplicación del plan está controlada por los políticos estadounidenses, que se enfrentan a incentivos incompatibles con el éxito de la construcción de la nación.

Considere los incentivos de las burocracias asociadas a los esfuerzos de reconstrucción. Los burócratas mejoran su posición asumiendo más funciones y aumentando el presupuesto de su oficina. Dado que la financiación disponible es limitada, esto significa que los burócratas tienen que competir entre sí por la financiación.

Así que, a pesar de que el éxito de la construcción de la nación puede requerir que los diferentes burós trabajen juntos, no hay garantía de que hacerlo sea beneficio para los burócratas.

También es importante tener en cuenta que los políticos estadounidenses están sujetos a los incentivos de los grupos de intereses especiales. A través de las contribuciones a las campañas y los fondos de los grupos de presión, los grupos de intereses especiales influyen en la política.

Tal vez, por ejemplo, el camino hacia la democracia liberal en Afganistán implique que las tropas estadounidenses se ganen la confianza de los ciudadanos no utilizando bombardeos indiscriminados con drones. En este caso, el bombardeo con drones sería malo para la perspectiva de la democracia liberal, pero seguiría siendo bueno para los resultados de los fabricantes de armas militares. En ese caso, ese grupo de interés especial puede ejercer presión sobre los políticos para que utilicen esas tácticas inútiles.

En última instancia, la suposición de que Estados Unidos puede difundir la democracia liberal a través de la acción militar era errónea. Se basaba en la concepción de que los planificadores centrales del Estado eran capaces de reunir los conocimientos necesarios y eran inmunes al conflicto de intereses a la hora de aplicar los planes. Sin embargo, en el verdadero mundo, esta suposición no se confirma. Los problemas de conocimiento e incentivos abundan.

Así que no hay necesidad de seguir el juego de la culpa con Trump o Biden. La culpa del desastre en Afganistán recae directamente sobre los expertos de Washington, DC, quienes comenzaron esta cruzada hace casi 20 años.

La pregunta ahora es, ¿cómo debemos responsabilizar a esos expertos por este desastre?

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